MIRADOR

Calamares en su tinta

Pedro Sánchez, durante un pleno del Senado

Pedro Sánchez, durante un pleno del Senado / JOSE LUIS ROCA

Carmen Juan

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Ya tenemos el aperitivo de lo que será este curso político, eminentemente electoral, vayan abriendo boca. La semana pasada se cocinaron un montón de raciones. Los calamares usan la tinta como estrategia de evasión para desorientar al contrincante, un método que aplicado a nuestra política no da como resultado un plato 'gourmet' y ensucia bastante.

Lo de la tesis de Pedro Sánchez ha venido para quedarse, y de poco va a servir que haya hecho pública la tesis para zanjar la polémica, se exprimirá mientras haya tinta. La mecánica difamatoria es muy parecida a la que sufrió Obama con su lugar de nacimiento. Las dudas sobre si había nacido en Kenia o Estados Unidos empezaron en sus primarias frente a Hillary y de fuego amigo pasaron a munición de sus adversarios políticos.

Aunque intentó atajar las dudas publicando su certificado de nacimiento, la calumnia duró un lustro alimentada por Donald Trump, y aunque el actual inquilino de la Casa Blanca acabó admitiendo que Obama nació en Hawai, seguro que aún quedan “birthers” norteamericanos convencidos de haber tenido un presidente africano.

Sánchez podría haber aprendido de Obama y haber publicado su tesis en cuanto empezó a usarse como munición en las primarias del PSOE, pero imagino que nadie pensó que las dudas sobre su trabajo podrían alcanzarle siendo presidente del Gobierno, tras haber perdido a una ministra de su gobierno por un master irregular y con un líder en la oposición pendiente de ser imputado por el Supremo por otro dudoso master universitario.

La publicación de la tesis de Sánchez lejos de acallar dudas, las han extendido hasta alcanzar a todos los que tuvieron que ver con su trabajo, la universidad en la que cursó y de paso a todas las demás. Esta tesis va a tener más usos mediáticos y políticos que una navaja suiza. La tinta lanzada por Albert Rivera en su marrullera jugada parlamentaria es tan pringosa que hasta se ha manchado a sí mismo y ha tenido que purgar su currículum y puntualizar su condición de doctorando.

Hemos de agradecer a nuestros políticos en su incansable labor de desgaste del adversario, que hoy estemos todos al cabo de la calle de lo que es Viper, Turnitin y Plagscam, discutamos sobre el tanto por ciento de coincidencias en un texto para decidir que hay plagio, distingamos un TFM de una tesis doctoral y hayamos entrado en Teseo y bajado el PDF de la tesis de Sánchez sobre 'Innovaciones de la diplomacia económica española', algunos incluso se habrán leído sus 342 páginas  y se permitirán hacer comentarios de 'cuñaos'.

El problema es que la estrategia usada por Rivera para "abatir" que diría la portavoz del Gobierno a Sánchez, no es una bomba de precisión láser que "no matará yemeníes", es una bomba de racimo de amplio alcance, que dispara contra Pablo Casado -aunque él vea lo suyo “irrelevante”- y enfanga a la universidad española, pública y privada.

Solo faltaba que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, prolija en experiencias a tenor de sus declaraciones, se sumara al aquelarre contra la universidad española, denunciando públicamente haber recibido ofertas para acabar "fácilmente" su carrera, hecho del que ha tenido que retractarse y disculparse.

¿Por qué hay tantas personas en posiciones de liderazgo y poder que tratan de minar la confianza pública en las instituciones, en la universidad, en la justicia, en los medios de comunicación, en todo aquello que conforma nuestro sistema político y de valores? ¿De verdad creemos que cuanto peor, mejor? Cómo dice irónicamente Eduardo Mendoza en su último libro 'El Rey recibe', "la democracia, si verdaderamente representa la voluntad de la mayoría, por fuerza lleva al poder a los peores". Marchando una de calamares.