LA HOGUERA

Me cago en Lorca

La defensa de la libertad de expresión es la batalla más ingrata y desagradable del mundo

Willy Toledo, en la parroquia de San Carlos Borromeo de Madrid

Willy Toledo, en la parroquia de San Carlos Borromeo de Madrid / .45007250

JUAN SOTO IVARS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Después de los incendios digitales provocados por el vergonzoso procesamiento de Willy Toledo (The Godshitter) se ha anunciado la condena a un año de cárcel y 1.080 euros de multa a un cafre que escribió en Twitter ciertas barbaridades, pero esta vez los defensores de Toledo han hecho mutis por el foro. Lo que escribió el condenado fue, entre otras lindezas, que “el asesinato de Federico García Lorca está justificado desde el minuto uno por maricón”. Y repito: por estas y otras gilipolleces, un año de cárcel y 1.080 euros de multa. Pero silencio administrativo por parte de la izquierda, ¡caramba!

¿Dónde están los que se cagaron en Dios a modo de protesta hasta quedarse vacíos? Me dirán que cagarse en Dios no puede compararse con celebrar el fusilamiento de Lorca por maricón, lo cual es cierto, pero habrá que recordar a los que dicen esto que la libertad de expresión es el derecho de los anormales a expresarse como les venga en gana. Dirán entonces que una cosa es simple expresión altisonante mientras que la otra es un delito de odio, así que habrá que recalcar que eso que llaman “delito de odio” es la misma coartada falaz sobre la que se apoya la Ley Mordaza y el artículo 578 del CP. El de Valtònyc y tantos otros.

Batalla ingrata

Mirad, queridos: la defensa de la libertad de expresión es la batalla más ingrata y desagradable del mundo. Los ciegos de un ojo no servís para esta lucha. Si estás comprometido, vas a tener que ponerte de parte de tu enemigo por lo menos la mitad de las veces. Desconfío de los que ponéis el grito en el cielo cuando persiguen a los de vuestra cuerda pero calláis como caniches cuando el perseguido os ofendió a vosotros. Para mí, la única diferencia entre un cabrón y un bocazas es que el primero solo se ríe si el muerto no es su padre.

La lucha contra la censura consiste en ponerse de parte de todos los bocazas, aunque algunos merezcan el desprecio. Discriminar en función de la sensibilidad particular es no haber entendido nada, y el fin de ese camino es la destrucción de un derecho universal.