Iniciativa contra el cambio climático

Cada ocho metros, un árbol

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Maria Rubert

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Sin los más de 160.000 árboles plantados en las aceras, Barcelona sería una ciudad invivible. Los árboles dan sombra y mejoran las condiciones ambientales de la calle. El follaje contribuye a mitigar los ruidos de los coches y también humos y olores. No conozco otra ciudad en el mundo con más arboles en fila. "Los árboles son vastos depósitos de aire que contribuyen poderosamente a la circulación del aire de las calles y de las viviendas". Así entiende Cerdà el verde en la ciudad: no como un recurso para embellecer paseos, sino como algo substancial para su higiene y supervivencia. Como faroles o cañerías se plantan plátanos alineados, según el plan, cada ocho metros.

Los plátanos también transformaron nuestros paisajes en el siglo XIX. La red de caminos medievales se completó con vías rectas, alineadas con árboles, bien trazadas. El Empordà estaba triangulado por 'allées' verdes que eran filtros bellísimos y frescos túneles verdes que daban sombra y ordenaban el territorio. Quedan contados ejemplares. Se cortaron a partir de los años 60 porque parecía que el coche traería consigo la modernización y el progreso del país, y los árboles eran un peligro: provocaban accidentes, eran un símbolo del pasado, una anticualla. Recuerdo de memoria algunos restos que resisten: en Corçà, en la antigua carretera hacia la Bisbal; algunos ejemplares en Reus, en Camallera, en Figueres -en la carretera vieja detrás del Motel Empordà-, en los accesos a Montblanc y Valls, en la calle de Pere IV -antigua carretera a Mataró-... En Olot los plátanos del paseo de Barcelona no se cortaron gracias al empeño de un grupo de escritores tozudos. Basta comparar el confort y belleza de este tramo con la continuación desangelada y poco atractiva de esta misma carretera hacia Vic que tenía, hasta hace 40 años, los mismos árboles y belleza.

Paradójicamente es en Barcelona donde encontramos todavía esas preciosas bóvedas de plátanos de color verde vibrante, que contribuyen a nuestro bienestar. Hay programas para substituirlos por especies más resistentes. Sin embargo, muchos ingenieros agrícolas y biólogos son entusiastas de los plátanos: el árbol mas resistente y mejor adaptado a las condiciones urbanas, el que mejor construye esas magnificas cúpulas verdes.

Algunas medidas simples e inmediatas podrían contribuir a mejorar nuestro entorno y condiciones climáticas

Casi 150 años más tarde desde que se iniciara ese programa sistemático de plantación en calles y carreteras, estamos en una situación distinta. Empezamos a constatar las consecuencias del cambio climático consecuencias del cambio climático en múltiples esferas. Hay que emprender medidas urgentes que significan un profundo cambio de hábitos en el consumo energético para evitar el sobrecalentamiento a un máximo de 1,5º, el tope que ha impuesto la ONU.

Pero algunas medidas simples e inmediatas podrían contribuir, quizás tímidamente, a mejorar nuestro entorno y condiciones climáticas. Es inverosímil que los árboles urbanos, con alcorques diminutos y sin el ritmo de lluvias de antaño, no estén muertos: están amarillentos, sedientos y con follaje despoblado. Sabemos que las raíces ocupan un espacio proporcional a la copa. Multiplicar por cinco la dimensión de los alcorques  mejorará las condiciones de los árboles y, por ende, las nuestras.

Pero, además, es el momento de plantar de nuevo, de manera sistemática, un árbol alineado cada ocho o cada 10 metros en cada cuneta, en cada carretera, en cada autovía. ¿Imaginan cuánta belleza y cuanto aire acondicionado ahorraremos? Nuestras carreteras podrán ser como las de las películas francesas. Plantar un árbol cada ocho metros en cada aparcamiento, en cada explanada asfaltada, pública o privada, mejorará vastas zonas periféricas y las convertirá en agradables espacios de ocio. Nos pareceremos menos a la imagen tópica del 'mall' americano, pero ganaremos en calidad ambiental.

Los árboles tardarán tiempo en crecer y convertir vías y variantes, aparcamientos y explanadas en túneles verdes, pero no importa. Estos árboles contribuirán enseguida al mayor confort en los viajes de los que van en coche y, sin duda, a embellecer esos paisajes de aluvión que construyen las afueras de muchas poblaciones. Hay que buscar consenso y lucidez para mejorar un territorio que en los últimos años ha devastado y triturado campos con el argumento de la necesidad de más infraestructuras. ¡Revisemos las leyes ilustradas del siglo XIX sobre construcción de carreteras!

Hablar de infraestructuras en el siglo XXI significa hablar de nuevo de trenes y de vías verdes. Sobra asfalto si queremos garantizar nuestro futuro. Una ordenanza simple puede contribuir a limitar, un poco, el calentamiento global. Quizás es demasiado simple imaginar que podemos plantar 500.000 árboles más.