Ventana de socorro

Busque, compare

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Mi hija mayor dice que no hablan de la igualdad de las mujeres. La pequeña que no hablan de los niños. Mi madre que no hablan de los jubilados. Yo que no hablan de cultura. Parece que cuando uno escucha a los candidatos espera que le dediquen, como en aquellos programas antiguos de radio, una canción especial. El candidato, por su parte, tiene que hacer un discurso genérico, atractivo para los más posibles y que, cuando sea troceado en las redacciones de los informativos, sea pegadizo e identificable por pocos segundos que ocupe. Es mucho pedir. Para conocer sus posiciones y propuestas concretas sobre los asuntos que nos atañen podríamos mirar los programas detallados en sus webs, pero, claro, eso es una trabajera. ¿Quién tiene tiempo y paciencia?

Otra opción es, como hace mi amiga Arantxa residente en Berlín y casada con un alemán, asistir a un mítin de cada partido y comparar. No lo hace porque su voto ande bailando entre todo el espectro ideológico alemán, sino porque ella y su marido se dedican al teatro y, por deformación profesional, juzgan lo que los partidos transmiten con sus estilos de puesta en escena. Piensan, con razón, que es una fuente de información tan valiosa como otras, pero además es el único modo de conocer de primera mano cómo son esas personas que solemos ver filtradas por el prisma interesado de los medios.

Ya que carecemos del tiempo y del espíritu deportivo de mi amiga para pasearnos por seis o siete mítines estos días (lo bonito es ir a muchos, para cotejar mejor), esta noche frente a nuestros televisores tendremos oportunidad de ver hablar de corrido, sin que les editen en las mesas de las redacciones, a quienes aspiran a gobernarnos. La televisión, aunque muchos no la veamos tanto como antes, sigue siendo el medio más poderoso, el que llega a más gente. Ojalá el mítin conjunto de hoy bata récords de audiencia. Votaremos mejor informados por nuestros propios cerebros y no por esos cerebros ajenos y calculadores que quieren inclinarnos hacia un lado o hacia otro.