Los jueves, economía

Buscando buenas noticias

Algunos síntomas mejoran, a la vez que hay un cambio en el diagnóstico y en la terapia de la austeridad

ANTÓN COSTAS

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Según diceDaniel Kahneman,psicólogo y premio Nobel de Economía en el 2002, en su precioso libroPensar rápido, pensar despacio,los optimistas se equivocan más que los pesimistas, pero les va mejor en la vida. Aunque solo fuera por esto, vale la pena esforzarse en ser optimista.

¿Hay señales en la evolución de la economía que nos permitan alimentar el optimismo? Las hay. Y me llevan a pensar que la segunda mitad del año será un poco más esperanzadora.

Hay dos ámbitos en los que en los últimos meses han ido apareciendo señales alentadoras. Primero, en la evolución del cuadro clínico de la economía. Segundo, en el diagnóstico y en la terapia frente a la crisis.

Los economistas, como los médicos, buscamos en el cuadro clínico de la economía algunas señales que anticipen una mejora futura. Algo de esto sucede con el consumo, la competitividad, las exportaciones, la producción industrial, el empleo y la reducción de los desequilibrios comerciales y fiscales.

La importancia del consumo es fundamental. Es el principal motor a la hora de tirar de la producción y del empleo. Aunque tardarán en volver las alegrías, las ventas minoristas y el índice de confianza del consumidor de los últimos meses apuntan a que la caída se frena. Es el primer paso para que vuelva a subir.

La otra palanca importante de la actividad y el empleo son las exportaciones. La mejora de competitividad está siendo importante, ayudada por la continuidad de la moderación salarial. Además, las mejoras de productividad comienzan a ser reales; es decir, a no estar basadas únicamente en la reducción del número de trabajadores.

La buena marcha de las exportaciones está haciendo que el índice de pedidos de las empresas manufactureras y de servicios mejore de forma consistente. Esto, a su vez, está tirando del índice de producción industrial. Si se mantiene esta tendencia y, además, como es de esperar, el turismo aumenta, podríamos ver tasas positivas de crecimiento del PIB hacia finales o inicios de año.

De la misma forma que muchas empresas se arman de optimismo para salir a vender e instalarse fuera del mercado doméstico, también muchos profesionales y jóvenes titulados lo están haciendo. Es alentadora la voluntad de la nueva generación Erasmus para lanzarse a iniciar su vida laboral fuera del mercado interno.

Algunos lo llaman emigración y lo lamentan. Pero responde al mismo impulso optimista que el de las empresas. Es verdad, se está haciendo de la necesidad virtud. Pero, a medio plazo, es bueno para ellos y para el país. En todo caso, se trata de una «emigración sin dramatismos», como me dijo una joven titulada que, siguiendo la senda de 15 compañeros de bachillerato que están por todo el globo, primero se fue a Londres y ahora está en Washington.

La evolución del empleo también alienta cierta esperanza. Es verdad que el inicio de la temporada turística es favorable para el mercado laboral y que sería un verdadero drama que no ocurriese así. Pero también es cierto que los datos de mayo y junio, que acaban de publicarse, apuntan a que en la mejora hay algo más que la temporada turística.

Como ando buscando desesperadamente buenas noticias, es posible que exagere un poco mi optimismo. Pero, de ser así, recuerden la máxima deKahnemanque les cité al inicio.

Coincidiendo con estas señales de mejora en el cuadro clínico, ha habido también un cambio en el diagnóstico de la crisis y en la terapia de la austeridad que pueden favorecer la salida.

La visión dominante hasta ahora era que el origen de la crisis fue la pérdida de competitividad. No es cierto. Esta es una crisis financiera clásica, causada por un excesivo endeudamiento que permitió a las familias mantener sus niveles de consumo aun cuando sus ingresos iban a la baja.

Si es una crisis financiera clásica, la terapia de austeridad compulsiva no funciona. Aunque a regañadientes, la Comisión Europea ha tenido que reconocerlo.

Ahora, el mantra son las reformas. Son necesarias, pero hay que evitar cometer el mismo error que con la austeridad. Su impacto más relevante fue cambiar la distribución de la renta a favor de los grupos más poderosos, aumentando la desigualdad. Lo mismo podría ocurrir con las reformas.

Miren, la experiencia histórica y el buen análisis económico nos dicen que las mejores reformas económicas son aquellas que, aumentando la eficiencia. no alteran la distribución de la renta y el equilibrio de poder en beneficio de los grupos más fuertes de la sociedad. Seamos optimistas, y esperemos que también las políticas de reforma mejoren en la segunda mitad del año.