Un debate con trasfondo

'Burkini' e islamofobia

El peculiar traje de baño supone una burda ostentación y sobreactuación del hecho religioso musulmán

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SAÏD EL KADAOUI

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En el verano del año 2009 estuve alojado unos días en el apartamento de un amigo en Cabo Negro, Tetuán, Marruecos. Un apartamento confortable situado en una zona confortable, con vistas privilegiadas al Mediterráneo y con dos grandes piscinas comunitarias. En una de ellas presencié una discusión entre dos bañistas mujeres que querían acceder a la piscina con pantalón y camisa impermeables y un pañuelo en la cabeza y el resto de bañistas, que protestaban airadamente, especialmente algunas mujeres.

No había ninguna mujer ni ningún hombre extranjeros, todas y todos eran marroquís. Recuerdo bien lo que una mujer, quizá la que más enfado mostraba, espetó a las dos bañistas trajeadas: «Todos somos musulmanes. ¿Por qué vamos a permitir que el islam se reduzca a la opresión de la mujer?».

Recuerdo esta discusión mientras leo la noticia de la batalla campal habida en la localidad de Sisco, en el norte de Córcega, entre algunos partidarios del burkini y algunos detractores. A raíz de esta batalla, leo, el alcalde del municipio, el socialista Ange-Pierre Vivoni, ha decidido prohibir esta pieza de ropa que cubre todo el cuerpo de la mujer y el Colectivo Contra la Islamofobia en Francia (CCIF) ha criticado dicha prohibición.

UN DISCURSO MÁS RIGUROSO

Que la islamofobia adquiere cada vez más vigor en Europa es un hecho doloroso, y trabajo tenemos para intentar aportar algo más de juicio en este clima propenso al prejuicio y las bajas pasiones. Un primer paso -a mi juicio uno de los más importantes- es que los propios musulmanes y las asociaciones que combaten la islamofobia se formen, estudien y elaboren un discurso más riguroso sobre lo que su religión es. Hay mucho fariseo ignorante denunciando islamofobia sin una mínima noción histórica de su religión.

La discusión que relataba al principio muestra una tensión interna en el islam de hoy entre los que somos partidarios de una religión espiritual que cohabite con un modelo laico de la sociedad y aquellos que abogan por una religión fiscalizadora que se apodere del espacio público imponiendo rituales y formas de vestir. Una religión que ejerce un control especial sobre la sexualidad de la mujer. El archiconocido temor a la sexualidad de la mujer de las ideologías más recalcitrantes.

«Si los reaccionarios en el mundo musulmán quieren agredir a la mujer, que lo hagan directamente, que no busquen excusas en el profeta», afirmaba hace unos cuantos años con ironía la ya fallecida socióloga y escritora marroquí Fátima Mernissi.

UN FANATISMO OSCURECEDOR

Hace algo más de un mes estuve en Marruecos, esta vez en Nador, en pleno mes del Ramadán. Apena ver el espacio que ocupa la religión en la sociedad. Una religión que cada vez más, y ya es decir, ejerce el rol de control social, de promulgadora de las normas de urbanidad que se deben guardar. Percibí una ostentación de los ritos religiosos que a mi juicio es muy preocupante. Nos habla de una sociedad sometida, vendida al pensamiento único. Por supuesto que debajo de esta primera capa hay otras mucho más interesantes, ricas, subversivas incluso, pero el miedo a hablar claro se percibe por doquier. Como antaño se hacía cuando se quería criticar al rey Hassan II, antes de hablar se mira a un lado y a otro para cerciorarse de que nadie escucha, y entonces sí, se critica el islam ideológico que se está apoderando del país.

El escritor argelino Boualem Sansal decía que el fanatismo religioso lo oscurece y lo dogmatiza todo. «El pueblo mismo, nosotros mismos, somos nuestro propio enemigo», añadía.

ESTUDIAR EL ISLAM

El burkini es una burda ostentación del hecho religioso. Un intento, entre otras cosas, de sobreactuar la religiosidad y que denota claramente que son una parte de los musulmanes los principales enemigos de la emancipación y el pensamiento racional e histórico en el islam.

Si queremos denunciar la islamofobia con credibilidad, lo primero que debemos hacer es huir de las ideas de los fariseos y estudiar un poco más lo que el islam fue y lo que el islam es hoy. Tal como afirmaba en unas jornadas celebradas en el Institut Europeu de la Mediterrània hace casi un año Rachid Benzine, profesor de la Facultad de Teología Protestante de París, quizá el mejor discípulo de Mohamed Arkoun, debemos aproximarnos al islam con una perspectiva histórica, contextualizada y científica. Con la razón debemos vencer tanto a los fanáticos como a los bienintencionados que confunden islamofobia con los límites que nos impone una sociedad laica.