La rueda

Bueno, malo, peor o mejor

JOAQUIM Coll

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Desde que Artur Mas anunció que se proponía formar «el Gobierno de los mejores», no dejo de pensar en ese refrán castellano que dice Lo mejor es enemigo de lo bueno. De entrada, porque el significado de este aforismo nunca me pareció del todo claro. Más que una exaltación de lo mejor o de lo perfecto, puede tomarse como una advertencia ante la manía que tienen algunos de contraponer lo mejor a lo bueno. En cualquier caso, parece evidente que «lo mejor» contiene siempre una calidad implícita de superioridad y por eso aquellos que aspiran a ser «los mejores» generalmente son arrogantes o pretenciosos. Con eso no quiero decir que el nuevo Gobierno catalán vaya a ser engreído. Si en algo se ha esforzado Mas estas últimas semanas es en dar señales de humildad. Ahora bien, no me parece que la etiqueta «el Gobierno de los mejores» le vaya a ser de mucha ayuda en una andadura que se avecina difícil.

Tampoco el nuevo Gobierno se ha dado a conocer con discreción, como correspondería a la extrema formalidad que se autoimponen «los mejores», sino en una entrega por capítulos, mediante filtraciones periodísticas, incluyendo la foto sorpresa del encuentro entre el nuevo president y Ferran Mascarell, de quien muchos critican su deslealtad hacia el PSC cuando todavía anteayer se postulaba como alcaldable. Frente al tripartito vilipendiado por sus muchos susurros, tampoco CiU ha empezado guardando las formas. A lo largo de estas semanas hemos sabido que algunas figuras independientes, como Salvador Alemany, Imma Tubella o Rosa Maria Malet, habían rechazado ciertas conselleries, con lo cual se rebaja la pretensión superlativa del nuevo Ejecutivo. Sus sustitutos podrán ser buenos, pero ya no «los mejores». Finalmente, muchas de las áreas clave están ocupadas por nombres asociados a la etapa del pujolismo, como Andreu Mas-Colell, Felip Puig, Irene Rigau o Josep Maria Pelegrí, lo cual no es necesariamente malo, pero tampoco lo convierte en mejor. Solo el paso del tiempo permitirá juzgar al nuevo Gobierno y ponerle una nota que, con matices, oscilará entre bueno, malo, peor o mejor.