Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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Budsexers, homosexualidad reprimida, misoginia y machismo

Málaga: cinco hombres practican sexo con una chica, le roban el bolso y el móvil y la dejan tirada en un descampado en la madrugada. Ella les denuncia por violación. Se llega a un acuerdo entre partes: ella retira la denuncia y ellos dejan de amenazar con demandas por denuncia falsa. Pamplona: cinco hombres tienen sexo con una chica, le roban el móvil y la dejan tirada en un portal de madrugada. La segunda chica tiene un abogado mejor y no acepta acuerdo ninguno.

Estos grupos de hombres no hacen más que recrear una imagen muy común en  el porno: tecleen en internet «mujer con varios hombres» y les saldrán 7.580.000 resultados.  ¡7 millones y medio de vídeos en los que varios hombres perforan por todos los orificios a una mujer absolutamente pasiva!

Los chicos de La Manada, por ejemplo, son chicos jóvenes y atractivos. Todos tenían novia, algunos están casados. No podían estar tan necesitados de sexo. Y si tan desesperados estaban, siempre podrían haber recurrido a una profesional. Pero no, querían hacerlo todos juntos con la misma.

¿Por qué? Porque ella no cuenta. Lo que querían era verse la polla los unos a los otros. Porque están tan reprimidos que no pueden reconocer en alto su parte homosexual. Porque no pueden reconocer que les encanta ver a otro hombre excitado, teniendo sexo, teniendo un orgasmo.

Los de la Manada no pueden reconocer que les encanta ver a otro hombre excitado, teniendo un orgasmo

La chica es la coartada: estamos con una chica, por lo tanto no somos homosexuales. Pero sí lo sois, en parte o en todo. Como casi todos los hombres.

Porque casi ninguna persona en el mundo tiene una identidad sexual monocroma. Todos tenemos identidades sexuales flexibles. Estos hombres también la tienen, pero la reprimen. Y ya de paso, los de La Manada probablemente tengan rasgos psicopáticos.

Los chicos de La Manada son budsexers. Hombres que tienen sexo con otros hombres pero que no quieren reconocerse a sí mismos sus tendencias homosexuales.

Budsexers. Presos que practican el sexo con compañeros de celda. Militares y sacerdotes que tienen sexo con hombres en privado y que en público se muestran homófobos. Hombres que viven con mujeres, a veces casados y/o con hijos, que tienen sexo con otro hombre cuando están  borrachos o bajo los efectos de drogas. Que interpretan ese encuentro sexual  como una ayudita secreta a un colega.

Hombres que dicen que tienen relaciones sexuales con otros hombres  solo para satisfacer su instinto. ¿Qué coño instinto? Si tu instinto te dirige hacia otro hombre, lo siento cariño, pero tú no eres heterosexual.

Los budsexers son tan homófobos porque todo lo que les suene a homosexual les da pánico. Por eso se inventan ese extraño juego de "tengo sexo con hombres pero en realidad no es sexo". Son machistas porque desprecian lo que entienden como femenino: a los homosexuales que no se avergüenzan de serlo y a las mujeres.

Sus mujeres no son más que señoras que están en casa con los niños. La verdadera intimidad la viven con sus amigotes. Por eso los de La Manada se fueron todos juntos de viaje y de juerga, sin sus mujeres o novias. Porque a ellas no las perciben como a compañeras, solo como a ésa que les cuida la casa y los niños. 

Porque se han limitado a hacer lo que la sociedad espera que hagamos todos y cada uno de nosotros: echarse novia, casarse y reproducirse. A cubrir el expediente social. Porque saben que ser homosexual, bisexual, poliamoroso o abierto sexualmente sigue siendo un problemón para mucha gente. Que sus relaciones sociales, familiares o laborales, sus carreras profesionales... su vida, en suma,  podía verse afectada.

El instinto sexual del que tanto hablan para justificar sus actos no es simplemente una urgencia desesperada por tener sexo. De ser así, no habría tanta gente que puede vivir sin sexo: monjas, curas o gente como yo, que puedo pasar meses sin sexo si estoy concentrada en un trabajo. La ficticia y arquetípica construcción en nuestra sociedad de las identidades de género, las identidades sexuales y las orientaciones sexuales son absurdas. Porque las relaciones sexuales son actos tremendamente complejos que, a menudo, no están ligados al género ni sujetos a etiquetas.

Los budsexers son personas que se niegan a reconocer lo evidente: que todos los humanos nos sentimos atraídos por personas que nos gustan. Personas. No hombres o mujeres. Personas.