'Brexit', la otra desconexión

Habíamos pasado unos días estupendos. Los museos, el teatro, la comida india, los pubs, el té y sobre todo la amabilidad de la gente, algo a lo que estábamos deshabituados, convertido nuestro país en zona de tensión permanente en la que incluso el presidente es descortés.

Hasta que emprendimos el regreso al aeropuerto. O lo intentamos. Entonces descubrimos otra cara de Londres: el tren exprés de Victoria Station a Gatwick había sido suprimido. Solo había un regional que tardaba 90 minutos en lugar de 20. Los pasajeros escuchamos la noticia sin comprender. Este cambio nos haría perder los vuelos previstos. ¿Había otras opciones? Los autobuses iban ya completos hasta los topes, los taxis, tardarían al menos hora y media en recorrer 40 kilómetros. ¿Hora y media? No podía ser cierto y en el taxi nos subimos.

Lo compartíamos con un cordial londinense con casa en Mallorca y, mientras avanzábamos a paso de tortuga, nos explicó que en Londres no existen las infraestructuras que conocemos en otros países de Europa. No hay autopistas, ni puentes, ni túneles, ni circunvalaciones. Hay un inmenso atasco sin fin. Él llegó a su vuelo por los pelos. Yo, como muchos otros, perdí el mío.

Mientras pagaba otro billete, pensé en 'Brexit', la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. ¿Querrán irse de Europa algunos británicos porque nos echan la culpa de carencias como esta? ¿Pensarán que aportan más de lo que reciben y que no les sale la cuenta cuando a ellos les faltan tantas cosas, una mejor red ferroviaria, por ejemplo? ¿Quién ha señalado a Europa como origen de sus males? ¿Pensarían igual si su sistema social fuera más equilibrado?

Miré a mi alrededor, el aeropuerto bullía de gente. Viven tantos británicos en Europa como europeos lo hacen en Gran Bretaña. Me entraron ganas de pedirles que no se separen, de explicarles que desconexión no es una palabra mágica con cuyo conjuro todo funcionará a las mil maravillas. Que juntos haremos más cosas y mejores.