El segundo sexo

Botas de fútbol rosas

En los medios de comunicación el deporte es cosa de hombres y a las chicas siempre les faltan referentes

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Su padre es socio del Atlético de Madrid. Su abuelo del Barça. No sabía hablar y ya canturreaba el himno del equipo. Siempre está pendiente de la Liga y los goles, pero a pesar de todo jamás se le había ocurrido. Tuvo que ir a Estados Unidos a pasar un semestre escolar y allí el fútbol era el deporte obligatorio. «Mamá, me tengo que comprar unas botas. Mamá, necesito unas espinilleras. Mamá, me encanta el fútbol. ¡Juego bien!» Al volver las botas fueron al trastero. Ni en su escuela ni en su entorno hay posibilidad de jugar al fútbol. Es una chica.

No sabe que la Liga de fútbol femenino terminó el domingo 3 de mayo, que ganó el Barcelona y quedó segundo el Atlético de Madrid, sus equipos. Que el Real Madrid no quedó en ninguna posición porque carece de equipo femenino. Ignora quién es Mari Paz Vilas, máxima goleadora y jugadora del Valencia, que el domingo pasado el Huelva ganó la Copa de la Reina y el próximo 6 de junio empezará en Canadá el Mundial del fútbol femenino. Nunca ha oído hablar de Verónica Boquete, capitana de nuestra selección, una gallega que juega en el Fránkfort con el que ha ganado la Champions. Encontrar estas noticias le llevaría un buen rato porque el deporte femenino está en el subsuelo de la información deportiva, de la remuneración y el reconocimiento.

Su hermana menor se apuntó a baloncesto. A esa edad los equipos son mixtos y en su clase son dos niñas las valientes que han dado el paso. Sin embargo, la valentía con el avanzar del torneo interescolar se ha ido gastando. El entrenador, joven y bienintencionado, nunca saca a las chicas en la primera alineación y cuando las saca los chavales tienden a no pasarles la pelota. Esto se repite en los otros equipos: incluso si la alineación es de mayoría femenina abren el juego los varones y ellas chupan banquillo.

Los objetivos del deporte infantil

Las veo jugar y me pregunto ¿qué se persigue con el deporte infantil? Se diría que muchas cosas: que los pequeños hagan ejercicio en una sociedad sedentaria, que aprendan a compartir, comprometerse, colaborar, trabajar en equipo, que adquieran reglas de convivencia y valores como la tenacidad, la constancia, la resistencia a la frustración, el apoyo mutuo y desde luego también que se diviertan y se apasionen con una actividad nueva que quizá les acompañe toda la vida.

Hay quienes dirán que para evitar que las chicas sean discriminadas y chupen banquillo lo mejor es que no haya equipos mixtos, pero a edades tan tempranas las fuerzas de niños y niñas están equilibradas con lo que precisamente pueden realizar actividades juntos, algo muy necesario para superar barreras y prejuicios que en el patio del cole pueden llegar a ser conflictos. Cuando una niña se queda en el banquillo y el entrenador deposita su confianza exclusivamente en los varones, el mensaje que se transmite es malo para las niñas, para los niños y para los espectadores que aceptamos y nos habituamos a ver a las mujeres como segundonas que sirven pelotas a los compañeros.

La maravillosa herramienta del deporte

Si a esas niñas por cultura y educación les faltan cualidades para ser jugadoras aceptables, el entrenador debería aprovechar la maravillosa herramienta que es el deporte para enseñárselas. Hay elementos del juego y la competición que son ajenos al modo en que educamos a nuestras niñas: hacerse hueco, hacerse ver para que te pasen la pelota, ser osada, asertiva, atreverse a tirar a la canasta aunque falles, por no hablar de despeinarte, mostrar fuerza y sudar. El deporte en general exige no esconderse en una misma. En la cancha hay que hacerse grande y fuerte lo que contrasta con nuestra idea de femineidad a lo princesa Disney, una femineidad que implica formas suaves, docilidad y no rivalizar. Las niñas y jóvenes deberían poder aprovechar los deportes para percibirse a sí mismas y a su entorno de forma distinta, verse de igual a igual con los chicos, saber que en un equipo no se trata de ser el mejor, sino de dar lo mejor de ti mismo, hacer compatibles y complementarias individualidades y diferencias, explorar tus límites y aceptarlos, superarte con la constancia, armonizar tu mente con tu cuerpo. Eso abriría ante ellas una gama inmensa de posibilidades vitales.

El deporte femenino tiene muchos desafíos en España. Lo incomprensible y lo lamentable es que ocurra justo ahora, en la edad de oro de nuestras profesionales. En los Juegos de Londres, 11 de las 17 medallas fueron para mujeres. Waterpolo, sincronizada, baloncesto, natación, balonmano, taekwondo… Cuando buceas en el subsuelo de la información deportiva afloran los imparables triunfos de nuestras mujeres. Sin embargo, para la niña y la adolescente faltan los referentes. En los medios el deporte es cosa de hombres. Y si esa niña por milagro persevera y tiene talento, tendrá que emigrar como Vero Boquete para evolucionar y poder ganarse la vida profesionalmente con el deporte.