Vino de mi cosecha

Bobbio y los toros

JOSEP M. FONALLERAS

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Estoy tan descolocado, zarandeado y abollado por los toros que me veo obligado a escribir cuatro notas sobre ello, no sobre las virtudes o los defectos de las corridas, sino sobre las consecuencias inmediatas que la decisión del Parlament ha provocado. No es preciso decir que la polvareda ha sido (y será) enorme y creo que desproporcionada. Les confieso que no me imaginaba que la cosa llegaría tan lejos. Debo de ser un ingenuo. Estaba seguro de que habría reacciones, pero no podía calcular que una decisión democrática como esta, ejemplar, sería capaz de confundir el cerebro de tantas personas. No contaba con que los nervios y la tirantez llegasen a provocar tanto exceso.

Vayamos por partes pues. Después de corrida, la palabra que hemos escuchado más estos días ha sido libertad. La dijo elpresidentMontilla,la repitió más tardeMariano Rajoy,y después ha sido elevada a la categoría de proposición de ley por el PP al recalcar «el derecho de los ciudadanos a acceder a la fiesta de los toros, el derecho de los españoles a disfrutar en condiciones de libertad e igualdad de los espectáculos taurinos». Están locos esos romanos. ¿De verdad el texto sagrado de la Constitución sirve, al final, para garantizar el derecho a disfrutar de un espectáculo como este? ¿Valían la pena tantos esfuerzos para acabar así? ¿O es que quizá la Constitución fue redactada precisamente para asegurar la pervivencia de la fiesta? Esta es la lección profunda de la prohibición, política, por supuesto. La mayoría de los que están en contra de la decisión legítima del Parlament, todos los que ondean la santa bandera de la libertad, están a favor de limitar la libertad de este Parlament. ¿En qué quedamos?

El filósofo italianoNorberto Bobbiohablaba de la necesidad de definir el concepto: «¿Qué sentido tendría decir 'apuesto por la libertad' si no se establece antes en cuál de los sentidos descriptivos de libertad utilizo la palabra?». Él mismo ayudó a clarificar al menos dos tipos de libertad. La que llamaba «negativa o liberal» consiste en «la facultad de llevar a cabo o no determinadas acciones sin que los otros, la sociedad como un todo orgánico o el poder estatal, te lo impidan». La que llamaba «autonomía» se refiere «al poder de no obedecer a ninguna norma que yo mismo no me haya impuesto». O sea, no implica no tener leyes, sino llegar a un acuerdo político gracias al cual nos imponemos, como sociedad organizada, unas leyes que acataremos. La primera es la que proclaman los taurinos, olvidando que es precisamente la segunda, la libertad colectiva (representada por un Parlamento democrático) la que se ejerce para prohibir las corridas.

Decidir en libertad

Las tonterías que se han dicho estos días son tan grandes como una plaza de toros. «Gran tragedia para Catalunya», «empobrecimiento cultural», «despropósito». No se dan cuenta de que el propósito dictatorial (partiendo de la idea de «libertad positiva», que también formulabaBobbio,o del «establecimiento de pautas de comportamiento moral por parte de un Parlament» a la que hacía referenciaFernando Savater) habría sido obligar al ciudadano a ir a los toros. No ejercer el derecho de una comunidad a decidir los límites que procura fijar para sí misma. Por cierto, debo confesarles que a mí me gusta ver cómo actúaJosé Tomásy me gusta vivir en un país donde prohibir no significa coartar por imposición, sino decidir en libertad. Volvamos aBobbio:«Puede hablarse de una acción que limita la libertad y que es querida libremente».