apuntes

'Birdman', un actor en vuelo rasante

La película de González Iñárritu me ha emocionado y dejado KO

JOSEP MARIA POU

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Mi apuesta era a todo o nada. Y gané. Birdman Birdmanse hizo con el Oscar a la mejor película y yo me sentí tan triunfador como Alejandro González Iñárritu y todo su equipo. No sé si Birdman es o no la mejor película del año. Ni lo sé, ni me importa. (Podría escribir, ahora mismo, los títulos de tres películas, estrenadas en los últimos meses, que considero tan buenas o mejores que Birdman). Lo que sé es que me ha tocado muy directamente, que me ha dejado KO, que me ha emocionado y conmocionado, que sigo dándole vueltas en mi cabeza a los dos meses de haberla visto (dos veces) y que seguiré viéndola sin cansarme, seguro de ir descubriéndole carreteras secundarias en los meses por delante.

Ya sé que, siendo el protagonista un actor y su peripecia el teatro, tiene todos los puntos para engancharme. Y sé que, siendo yo mismo actor, es fácil caer en la autocomplacencia e, incluso, contaminarse del virus llamado ego que flota en todas las dependencias (camerino, escenario, pasillos, terraza de un teatro en el corazón de Broadway) por las que transcurre la historia. Pero no hago ningún esfuerzo por ser objetivo. Al contrario. Me abandono en brazos de lo que me cuentan con toda la subjetividad posible y busco reconocerme en cada gesto, en cada mirada, en cada frase de Riggan Thomson (alias Michael Keaton), ese actor empeñado en darle nuevo rumbo a su carrera o, lo que es lo mismo, a su vida.

Muchos pueden entenderle, justificarle, quererle o aborrecerle. Pero solo quienes hemos sentido, una y otra vez, la claustrofobia, el miedo, la soledad de las horas previas a un estreno, podemos reírnos de él, llorar con él, compadecerle y perdonarle, porque actuando así nos reímos de lo nuestro, lloramos con lo nuestro y nos compadecemos, hasta perdonarnos, de nosotros mismos.

Birdman forma ya parte de mis debilidades incondicionales. Al lado, hay que decirlo, de otras películas que intentaron ahondar también en la extraña personalidad de esa gente rara capaz de salir a escena, noche tras noche, fingiendo ser lo que no son (raro oficio el nuestro, hay que admitirlo). Y pienso en Opening Night, quizás la única, en mi ranking, a la altura de Birdman. O en Molière en bicicleta, más reciente. O en los ya clásicos La sombra del actorEva al desnudoEl crepúsculo de los dioses y Doble vida.

Hay bastantes más, por supuesto. Pero con estas construyo mi sancta santorum.