Al contrataque

Betancourt

Ingrid Betancourt, durante la presentación de su libro, No hay silencio que no termine, ayer, en Washington.

Ingrid Betancourt, durante la presentación de su libro, No hay silencio que no termine, ayer, en Washington. / at

ANA PASTOR

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«Cuando aquel comandante me grababa, sentí la necesidad física de matarlo, pero sentí también que si lo hacía, quedaría atada a ese ser humano de por vida. Porque su muerte me transformaría en lo que yo no quería ser: uno de ellos, un ser de venganza, de odio y de violencia». Ingrid Betancourt recordaba estos días en Madrid los seis años, cuatro meses y nueve días que pasó secuestrada por las FARC en su país natal, Colombia.

Cuenta que cuando comenzó esa grabación, que pretendía ser una prueba de vida pedida a los terroristas, pensó en sus hijos. Sabía que la imagen daría la vuelta al mundo y acabaría llegándoles a ellos. Por eso, bajó la mirada y respiró hondo. No era tristeza lo que todos vimos sino la lucha de una mujer por mantener su dignidad a pesar de las vejaciones.

Me sigue pareciendo increíble escuchar a Ingrid Betancourt hablar con tanta generosidad de reconciliación y perdón después de haber vivido una experiencia tan traumática. Hace ocho años, recién liberada, viajó a España y pudimos entrevistarla. Entonces como ahora hablaba de la importancia de los principios frente a los intereses. Y hablaba, entonces como ahora, de las pesadillas que siguen provocándole el llanto de noche y de día.

Aquella mujer frágil que acaba de volver a la vida mostraba en esos días una fortaleza emocional apabullante. Incluso cuando los ojos se llenaban de lágrimas seguía pareciéndome muy fuerte. Cuando fue liberada por el ejército no podía pisar su propio país por cuestiones de seguridad. Y contaba entristecida que no quería ni plantearle a los suyos la posibilidad de viajar allí: «No tengo derecho a hacer daño a mi familia cuando me dicen mamá no queremos que se nos acabe este sueño».

GENEROSIDAD

Si tuviera que elegir algún término que la defina es sin duda generosidad. Ingrid Betancourt sigue creyendo en la capacidad de las personas para pasar de la maldad a la bondad, de revertir el destino incluso en las peores circunstancias. Pero además demuestra una gran valentía cuando apuesta por el diálogo y el proceso de paz que ha iniciado el presidente Santos sabiendo que puede ser duramente criticada.

Esta semana Ingrid Betancourt volvió a emocionarse al hablar de su secuestro durante una entrevista con Carlos Alsina en Onda Cero. Sigue siendo una mujer muy fuerte. Probablemente más que aquellos que la consideran una ingrata por apostar por el proceso de paz, aquellos que nunca han vivido algo como lo que ella sufrió, aquellos que no entienden que ella pueda seguir creyendo que el ser humano es extraordinario. Porque, como ella misma me contó hace años, lo importante es que al llegar al final de tu vida puedas seguir experimentando la felicidad de ser libre.