'The show must go on' (o no)

Tony Bennett.

Tony Bennett. / periodico

JOSEP MARIA POU

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Tony Bennet tuvo que suspender sus conciertos de esta semana en Barcelona y Madrid, a causa de una afonía repentina. A sus 90 años (91 alcanzará el 3 de agosto) sigue con el deseo intacto de subir cada noche al escenario. Ignoro si se encuentra ya recuperado, pero en su página web se mantiene el anuncio del concierto de Dublin, para mañana domingo 25, y los de Londres y París, para la próxima semana.

Incansable, Tony Bennet -el único 'crooner' que ha podido plantarle cara a Frank Sinatralleva 70 años de oficio. El  mismo día en que llegaba a Barcelona para la suspendida actuación, el Congreso de los EEUU le concedía uno de sus máximos honores, el Gershwin Prize for Popular Song por la labor de tanto tiempo. Recuerdo con qué emoción le vi y aplaudí en su primer concierto en Barcelona, en el teatro Tívoli, el 13 de mayo de 1996, convencido de que, a punto de cumplir él los 70, no habría muchas más ocasiones de disfrutarlo. Ignoraba yo, está claro, su vitalidad, su ánimo, su empuje y -en sus propias palabras- “mis ganas ilimitadas de hacer feliz a la gente”.

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Esta misma semana, Daniel Day-Lewis, el actor con más Oscar (3), ha anunciado que deja la actuación. A sus 60 años, 35 de los cuales dedicados al cine y al teatro, abandona el oficio. Declara que está inmensamente agradecido al público que le ha acompañado todo este tiempo, pero que no volverá a actuar. Ya en 1989 puso fin, de manera abrupta, a su carrera teatral cuando, víctima de una crisis de ansiedad en mitad de una representación de 'Hamlet' en el National Theatre de Londres, abandonó el escenario para no volver. Nunca más se le vio en un teatro.

35 años de trabajo de Day-Lewis frente a los 70 de Bennet. Dos maneras de ejercer carrera y compromiso. Entiendo las decisiones de uno y otro para seguir o parar, quizás porque yo mismo me debato en esa duda desde hace tiempo. Algunos delegan en el público la hora del mutis final. Otros deciden bajar el telón con sus propias manos. ¿Dónde la razón? ¿Dónde el acierto? He ahí el dilema.