Bendita agonía

Ojalá el nuevo Gobierno tenga la grandeza de resolver la gravísima asignatura pendiente de las víctimas del franquismo

IAN GIBSON

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Se acabará mi querer, / se acabará mi llorar, / se acabará mi tormento / y todo se acabará. Así, contundente, la copla andaluza. El horror y el bochorno de la legislatura que agoniza no podían ser interminables. Nada va a ser jamás igual, pase lo que pase este domingo.

Antonio Machado, andaluz hondo donde los hubiera, y muy atento a lo popular, expresó como nadie la inexorabilidad del río del tiempo que todo se lo lleva por delante. Y dijo el joven Lorca: Las cosas que se van no vuelven nunca, / todo el mundo lo sabe. / Y entre el claro gentío de los vientos, / es inútil quejarse. Si ambos poetas son elegiacos, Machado, con un repentino brote de optimismo, se permitió augurar mejores momentos para aquella Castilla miserable y andrajosa que, en su opinión, despreciaba cuanto ignoraba. ¿Qué importaba un día, si el mañana no estaba todavía escrito?: Aún larga patria espera / abrir al corvo arado sus besanas; / para el grano de Dios hay sementera / bajo cardos y abrojos y bardanas.

Tanto el sevillano como el granadino vivieron con júbilo la llegada de la segunda república y colaboraron de lleno en las iniciativas sociales y culturales del bienio inicial. Lamentaron los retrocesos de todo orden promovidos durante el siguiente, y celebraron el advenimiento del Frente Popular. Hoy, Lorca es el desaparecido más célebre y más llorado del mundo, el máximo símbolo del holocausto franquista, y la obra de Machado cobra cada día más relevancia para quienes queremos un país culto, solidario, tolerante y tranquilo.

Las víctimas de la dictadura

Lo he dicho aquí antes y creo que es mi obligación repetirlo en estos críticos momentos prelectorales: la España actual no está respetando a las víctimas de la dictadura, ni a los aún sin exhumar -al parecer muchos más de cien mil- ni a sus familias, lo cual resulta vergonzoso tratándose de un Estado pretendidamente civilizado. He venido siguiendo de cerca las declaraciones -o silencios- tanto de los partidos establecidos como de los emergentes. Porque, a mi juicio, es imprescindible saber cuál es el compromiso de cada uno en este terreno, o falta de compromiso, si dentro de poco accede a una parcela de poder.

Lo más grave de todo ha sido quizá el cínico comentario de Mariano Rajoy, que se ha jactado, sin inmutarse, de no haber gastado ni un solo euro de dinero público en ayudar a quienes quieren buscar a sus seres queridos. Y no mentía, pues nada más ganar se encargó de cerrar la oficina de atención a los familiares de los inmolados, establecida en la Moncloa por el Gobierno del tan vilipendiado José Luis Rodríguez Zapatero. Siendo así no hace falta insistir sobre los ruines comentarios emitidos al respecto por sus secuaces, entre ellos Pablo Casado, Rafael Hernando, el furibundo senador murciano José Joaquín Peñarrubia, y, no hace nada, Andrea Levi («no estamos a favor de abrir viejas heridas»). Lo dicho por el presidente basta con creces y quedará inscrito en los libros de historia.

El escándalo de las cunetas

Hay que elogiar la tenacidad con la cual La Sexta ha insistido sobre el escándalo de las cunetas. Estuvo estupendo Wyoming el 17 de noviembre con Albert Rivera, que en distintos momentos se ha mostrado escurridizo en relación con el espinoso asunto. Ante las conmovedoras secuencias de las ancianas empeñadas en localizar a los suyos, el político tuvo la decencia de declarar que, de gobernar, atenderá las reclamaciones. «Un país se mide por la dignidad con la que trata a sus muertos», dijo exactamente, e incluso propuso la formación de un pacto nacional 'ad hoc'. Se acaba de ratificar en el mismo sentido en el Fórum Europa de Madrid. Estaremos atentos.

No me consta que Pablo Iglesias se haya pronunciando sobre la cuestión. Alberto Garzón sí se ha comprometido a estar al lado de las víctimas y a trabajar por la legislación necesaria. Queda por conocer, en el momento de escribir, la actitud de Pedro Sánchez, que, si no nos la especifica, estará faltando, desde mi punto de vista, al más elemental de los deberes. A ver si alguien se lo pregunta por vía urgente.

Entretanto ahí sigue el tétrico Valle de los Caídos, donde, bajo la cruz cristiana más alta de Europa, se yuxtaponen las tumbas del mayor asesino español de todos los tiempos y del fundador de Falange Española. A ver si muy pronto se les obliga a sus parientes a llevarse los restos. Descorazona que 40 años después de la muerte de Franco la democracia española no haya sido todavía capaz de resolver la gravísima asignatura pendiente. ¡Y que tenga que intervenir una jueza argentina! Si el nuevo Ejecutivo que salga de las elecciones no está a la altura, si se pierde otra vez el tren de la decencia, será demasiado tarde. Ojalá haya grandeza.