BCN del tufo a porro, vodka barato y drogas sintéticas

EDUARDO LÓPEZ ALONSO

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La noche barcelonesa huele a porro y a vodka barato. La herencia de Trias (no por su culpa) es una ciudad que se ha convertido más en Las Vegas de Europa que en la pretendida California de colorines a la se que aspiraba hace años. El resacón es el protagonista en la ciudad a poco que se abran los ojos por la noche. La movida instalada se parece a la de principios de los ochenta pero con tufo menos libertario. Entre tensiones independentistas, Colau hereda una Barcelona prosaica y necesitada de ayuda, parecida a la Madrid de Tierno Galván, con mucho botellón y mañanas turbias. Una ciudad entre restaurantes de lujo, turistas incautos, 'tapeware' en bar chino y peste de porrete.

No toda la culpa la tienen los extranjeros que llegan a la ciudad para fumar marihuana barata y cannabis de club, o beber alcohol de saldo. Los jóvenes barceloneses parecen condenados a tener hígados enfermos entre tanto desenfreno. La amenaza de las nuevas drogas de diseño parece llevar a muchos a una temible esquizofrenia. Los colegas de Timeout ya contaron lo que cualquiera puede ver en las calles de Barcelona, salvo que viva en las burguesas zonas exteriores, en poblaciones vecinas o comunidades de vecinos amuralladas. Entre los muchos centros cívicos desiertos, las calles se llenan de alcohólicos y mentes narcotizadas. Los fármacos transformados, las cacas sintéticas y el producto de laboratorios de tercera fila aprovechan la oscuridad para convertirse en chuche de jóvenes y no tan jóvenes. Éxtasis, 'speed', cocaína, LSD y cannabis dejan de ser ingredientes de cultura hipie para transformarse en sucedáneos extraños, legales o alegales. Por 12 euros se pueden comprar unas pastillas He-men –como anfetaminas sin serlo-- o bien 32 eurillos por un gramo de Poke Extreme –"un polvo con los efectos más cercanos a la cocaína"–.

Las 'legal highs' han encontrado en Barcelona una ciudad de pago, consumista y confundida con la falsa modernidad. PV8, PMMA y metoxetamina son mierdas de libre distribución equivalentes al MDMA, al éxtasis y la ketamina. Nombres raros disfrazados de pastillita o caramelito que amenaza con destruir a los barceloneses y a sus visitantes, tanto como las tribus de rateros que se ponen las botas en el metro, o en cualquier aglomeración, al detectar a adormecidos consumidores tras la farra. Y mientras, las nuevas drogas todavía no prohibidas amenazan con matar. La mefedrona y la metilona ya cuentan por cientos a sus víctimas en Europa.