BCN del tufo a porro, vodka barato y drogas sintéticas
Eduardo López Alonso
Periodista.
Trabajo en El Periódico de Catalunya desde 1992, la mayor parte de ese tiempo en la sección de Economía. Ahora, en la sección Panorama que agrupa a Economía, Política e Internacional. Antes estuve en el diario ABC (Economía), Televisión Española (Economía), Grupo Recoletos (gratuitos locales) y en el ámbito de las televisiones locales (realizador). Licenciado en periodismo, diplomado en publicidad, máster de Información de Económica por la UAB y el Col·legi de Periodistas de Catalunya, cursé el doctorado de Económicas en la Universitat de Barcelona, pendiente de tesis doctoral ('Gestión de medios de comunicación en tiempos de crisis'). Autor del libro 'Las prejubilaciones del menosprecio'.
EDUARDO LÓPEZ ALONSO
La noche barcelonesa huele a porro y a vodka barato. La herencia de Trias (no por su culpa) es una ciudad que se ha convertido más en Las Vegas de Europa que en la pretendida California de colorines a la se que aspiraba hace años. El resacón es el protagonista en la ciudad a poco que se abran los ojos por la noche. La movida instalada se parece a la de principios de los ochenta pero con tufo menos libertario. Entre tensiones independentistas, Colau hereda una Barcelona prosaica y necesitada de ayuda, parecida a la Madrid de Tierno Galván, con mucho botellón y mañanas turbias. Una ciudad entre restaurantes de lujo, turistas incautos, 'tapeware' en bar chino y peste de porrete.
No toda la culpa la tienen los extranjeros que llegan a la ciudad para fumar marihuana barata y cannabis de club, o beber alcohol de saldo. Los jóvenes barceloneses parecen condenados a tener hígados enfermos entre tanto desenfreno. La amenaza de las nuevas drogas de diseño parece llevar a muchos a una temible esquizofrenia. Los colegas de Timeout ya contaron lo que cualquiera puede ver en las calles de Barcelona, salvo que viva en las burguesas zonas exteriores, en poblaciones vecinas o comunidades de vecinos amuralladas. Entre los muchos centros cívicos desiertos, las calles se llenan de alcohólicos y mentes narcotizadas. Los fármacos transformados, las cacas sintéticas y el producto de laboratorios de tercera fila aprovechan la oscuridad para convertirse en chuche de jóvenes y no tan jóvenes. Éxtasis, 'speed', cocaína, LSD y cannabis dejan de ser ingredientes de cultura hipie para transformarse en sucedáneos extraños, legales o alegales. Por 12 euros se pueden comprar unas pastillas He-men –como anfetaminas sin serlo-- o bien 32 eurillos por un gramo de Poke Extreme –"un polvo con los efectos más cercanos a la cocaína"–.
Las 'legal highs' han encontrado en Barcelona una ciudad de pago, consumista y confundida con la falsa modernidad. PV8, PMMA y metoxetamina son mierdas de libre distribución equivalentes al MDMA, al éxtasis y la ketamina. Nombres raros disfrazados de pastillita o caramelito que amenaza con destruir a los barceloneses y a sus visitantes, tanto como las tribus de rateros que se ponen las botas en el metro, o en cualquier aglomeración, al detectar a adormecidos consumidores tras la farra. Y mientras, las nuevas drogas todavía no prohibidas amenazan con matar. La mefedrona y la metilona ya cuentan por cientos a sus víctimas en Europa.
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