El día que Bartomeu decepcionó a los suyos
Albert Guasch
Periodista
Albert Guasch
Era un día para ser firme en el compromiso histórico del club y para ser fiel a sí mismo. No era el día para titubear. Con buena parte de su masa social forcejeando en las calles para poder votar, el FC Barcelona debía cargar de contenido el acertado comunicado de hace unos días en el que condenó cualquier acción contra la democracia, la libertad de expresión y el derecho a decidir.
En lugar de eso, una dividida junta directiva se dejó ganar por el bando que propugnó jugar a puerta cerrada y de paso se dejó arrebatar una parte de su dignidad institucional. Se precipitó de cabeza hacia una decisión salomónica que quizá hizo felices al grueso de los jugadores, pero expandió el descontento entre la comunidad de seguidores.
De las tres opciones que tenía ante sí, posiblemente adoptó la peor. Podía haber desoído a la Liga de Javier Tebas y suspender unilateralmente el partido, o bien que el equipo jugase ante el calor de la afición y que esta se expresase, o desbravase, públicamente como mejor considerara. Al final, lo que queda es que la junta de Josep Maria Bartomeu se plegó ante Tebas y silenció la voz de los barcelonistas.
Presumió de proyectar una fotografía potente con las gradas vacías cuando en realidad, al tomar una decisión apenas media hora de iniciarse el partido, emitió un mensaje dubitativo. Mientras la ciudadanía miraba sin parar imágenes de violencia contra el nervio de lo que representa el club, su decisión se contradecía con el momento excepcional que admitió que vivía el país. 'The show must go on', vino a decir.
Cuestión de prioridades
Bartomeu, que era partidario de suspender el partido, ha provocado una crisis interna plasmada con la dimisión de dos directivos. Pero eso es lo de menos. Lo relevante es que probablemente se falló a sí mismo al tomar una decisión que no apoyaba inicialmente y falló a su cargo al delegar una responsabilidad institucional en un vestuario que siempre priorizará jugar, caiga la que caiga. Gerard Piqué solo hay uno.
De hecho, está bien que el cuerpo técnico y los jugadores ansiasen jugar. Perfecto, son profesionales. Pero en situaciones como las vividas ayer una directiva debe auscultar el corazón de su masa social en un contexto de tanta sensibilidad. Bartomeu ha decepcionado y entristecido como posiblemente no lo ha hecho antes en su mandato a un importante sector de barcelonistas, incluidos los propios. A muchos no les habría importado en absoluto perder estos seis puntos. Hasta habría hecho la persecución de la liga más épica. Hay clasificaciones más importantes.
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