La rueda

Barones territoriales de unos y otros

La hipotética reforma de la Constitución promete terminar como la del Estatut

ENRIC MARÍN

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Cuando aún creía que podía jugar algún papel en la política catalana, Sánchez-Camacho tuvo la osadía de proponer una mejora del sistema de financiación de Catalunya. La respuesta mayoritaria de los barones territoriales del PP fue contundente: ni hablar, con las cosas de comer no se juega. Sánchez-Camacho captó el mensaje y no volvió a piar sobre el tema.

En el año 2012, cuando el PSC aún aspiraba a moverse dentro de la corriente central del catalanismo, los dirigentes socialistas hicieron una apuesta formal por el derecho a decidir. La dirección del PSOE consiguió que el PSC aparcase el tema. Quedaba el cartucho del pacto fiscal. Pero se acercan las elecciones generales y, tras algún tímido apoyo desde la dirección del PSOE, los barones territoriales socialistas más influyentes han marcado el territorio con la retórica habitual: ningún privilegio en Catalunya. De modo que ni derecho a decidir, ni singularidad fiscal. Todo queda en una especie de federalismo retórico que debería ser acordado con el PP. La hipotética reforma de la Constitución promete terminar como la reforma del Estatut. Un ejercicio de desgaste penoso que concluye con el reforzamiento de las dinámicas centralistas y el complementario retroceso del autogobierno.

Solo la combinación de un proyecto de Estado-nación anacrónico, el cálculo electoral inmediato y el peso de los barones territoriales de unos y otros explica que, año tras año, el Estado dedique sumas astronómicas a la construcción de una red ferroviaria radial de alta velocidad sin lógica económica ni retorno social. Un despropósito colosal. Es, en definitiva, la misma combinación de factores que ha engrasado una densa red de intereses cruzados que aborta la formulación de toda oferta sensata de encaje de Catalunya dentro de España.