Tras las elecciones del 24-M

Barcelona, primero

El nuevo gobierno municipal debe tener un programa de izquierdas centrado en el paro y la desigualdad

JAUME COLLBONI

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Barcelona el día 24 de mayo ha votado cambio. Un cambio orientado a las políticas de progreso y a la necesidad de establecer acuerdos que hagan gobernable la ciudad. Este es el triple mensaje al que los socialistas intentaremos dar cumplimiento. Más allá del necesario debate que el PSC de Barcelona tendrá que hacer de los malos resultados, en un proceso de refundación de nuestro proyecto, es evidente que en un escenario de máxima fragmentación nuestros posicionamientos y decisiones tendrán trascendencia. Somos conscientes de ello. Por esto gestos como el del apoyo a la prolongación de Barcelona como sede del Mobile World Congress es una buena señal.

Pero esta unidad en asuntos clave no debe ocultar el mensaje de las últimas elecciones. A la voluntad de cambio, desde la izquierda, tenemos que añadir necesariamente la gobernabilidad de la ciudad con transparencia, participación e implicación de los sectores sociales, económicos, culturales y cívicos que son los auténticos motores de Barcelona. Un gobierno abierto, colaborativo, con capacidad de generar consensos, que gobierne por toda la ciudad, que dé confianza y que anteponga las prioridades que Barcelona tiene; reactivar la economía para crear empleo y combatir las causas de la desigualdad creciente. Para nosotros es evidente que corresponde a la opción ganadora, y a Ada Colau, la responsabilidad de configurar una mayoría lo más amplia posible. También es una evidencia que esta es la vez que un candidato a la alcaldia ha obtenido menos apoyo. Habrá pues tejer complicidades y alianzas para dar estabilidad y generar confianza.

En mi opinión, hay aspectos clave que deberán ser considerados para facilitar la gobernabilidad. El nuevo gobierno debe tener un programa de izquierdas centrado en los dos principales problemas que tiene Barcelona: el paro y las crecientes desigualdades. Deberá hacerse con políticas de reactivación de la economía, de atracción de inversiones, de facilitar la actividad económica de pymes y autónomos, al tiempo que políticas activas para la redistribución del crecimiento, en especial las "predistributivas" como la extensión del derecho a la educación de 0 a 3 años, garantizar el derecho al acceso a la vivienda, el abaratamiento del transporte público o ampliar la nueva renta infantil garantizada. Para ello habrá que recuperar la confianza en el liderazgo del sector público sin menospreciar la colaboración del privado. En ningún caso esto debe suponer más privatizaciones, ni externalizaciones injustificadas que solo han supuesto empeorar el servicio a los ciudadanos y precarizar condiciones de trabajo.

Habrá que recuperar la fuerza del sector público salvaguardando un bien muy preciado de nuestro ayuntamiento; la solvencia económica. La derecha ha confundido solvencia con austeridad, generando superávits innecesarios en tiempos de crisis. También ha confundido la necesaria lealtad institucional con la Generalitat con una innecesaria subordinación política y económica. Creo que hay margen para incrementar la inversión y el gasto social, pero sin abonar políticas que estén fuera del alcance de Barcelona y que comprometan las finanzas públicas con planteamientos a corto plazo.

Acuerdo barcelonés

Para liderar un cambio se necesitan ideas claras, capacidad de diálogo y de acuerdo, pero también confianza en las instituciones.La transparencia, los principios de un gobierno abierto y colaborativo, refuerzan la democracia. Se deberán hacer las auditorías y revisión de procedimientos necesarios, pero no conviene perder de vista que la tarea primordial del nuevo gobierno debería ser proporcionar soluciones efectivas a los problemas reales que hoy tiene la ciudad. Y por supuesto, habrá que hacerlo respetando el principio de legalidad, base esencial de nuestra convivencia.

El acuerdo que necesita la ciudad de Barcelona es un acuerdo barcelonés, en clave de ciudad. Subordinar la gobernabilidad de la ciudad, o demorar posibles acuerdos en Barcelona hasta que termine el ciclo electoral catalán o español es tacticismo, vieja política y perjudica la ciudad. No sumaré mi apoyo, ni el de mi grupo, a ningún planteamiento que pretenda convertir Barcelona en moneda de cambio.

Los próximos días continuaremos dialogando con cada uno de los grupos políticos para que Barcelona sea gobernable. Nuestra participación no está decidida, dependerá de las propuestas, los programas, de lo que exprese la ciudad y de lo que decidimos colectivamente en mi partido. Somos plenamente conscientes de nuestra responsabilidad y por eso voy a poner todo el esfuerzo y toda la capacidad política que los ciudadanos nos han otorgado para conseguir que Barcelona no se detenga, y vuelva a ser la ciudad justa, abierta, moderna y próspera con la que tantos barceloneses queremos volver a soñar.

Alcaldable del PSC por Barcelona.