La rueda

Barcelona se estrecha o se ensancha

CARLES SANS

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Una labor fundamental de cualquier equipo municipal es la de adecuar o readecuar las infraestructuras urbanas de la ciudad que gobierna. La mayoría de veces se valora la gestión de un alcalde más por las obras que ha ejecutado durante su mandato -que se lo digan, si no, al admirado Pasqual Maragall- que por las variadas obligaciones en seguridad ciudadana, asistencia social, limpieza, proyección internacional y muchas cosas más. Las obras públicas siempre han sido el barómetro por el que se ha medido la eficacia de un consistorio. Algo que los políticos conocen muy bien.

En Barcelona ha habido varios alcaldes empeñados en la encomiable labor de hacer de esta ciudad un lugar para caminantes, priorizando la comodidad del peatón por encima de la del conductor. Loable labor, sin duda. Lo que viene ocurriendo es que a muchas calles, o mejor, a muchas aceras, se les ha dado una amplitud tal como para que pueda desfilar un holgado batallón de mossos, lo cual no está mal; pero, por el contrario, eso ha hecho que la Barcelona digamos céntrica se vaya estrechando más y más para los que deciden ir en sus vehículos. Seguramente pensarán ustedes que este es el objetivo, y es verdad; pero no estoy seguro de que el camino para que los conductores desistan de coger su vehículo y echen a andar por las aceras sea estrechar cada vez más las principales vías de la ciudad.

Se ensancharon las aceras de la calle de Aragó, preciosas, se ensanchan las de Balmes, las del paseo de Sant Joan, se suprimen los laterales del paseo de Gràcia, los de la Diagonal van a desaparecer. Buenas noticias para los peatones y no tan buenas para los conductores en general. Según me han dicho algunos taxistas, los atascos nunca habidos ya están aquí para quedarse. Al final, como pasa con todo, nos acostumbraremos.