TRIBUNA

Barcelona, ciudad desigual

Un comedor escolar en Barcelona.

Un comedor escolar en Barcelona.

LAIA ORTIZ

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La pobreza infantil es uno de los síntomas más preocupantes del marcado empobrecimiento de los hogares catalanes y del incremento sin precedentes de las desigualdades derivado de haber cargado los costes de la crisis y las políticas de austeridad sobre los más vulnerables.

Esta semana hemos presentado el Barómetro de Infancia y Familias de Barcelona elaborado por el CIIMU, un estudio terminado desde finales del 2014 y que el nuevo gobierno municipal hemos encontrado en un cajón. El barómetro refleja una Barcelona lejos de la imagen de escaparate internacional, del lujo de grandes avenidas y burbujas comerciales, y pone el foco en la crudeza de las desigualdades entre barrios. Solo haciendo visible esta realidad la podremos combatir.

El estudio confirma que los hogares con niños en los barrios de la ciudad con menor nivel de renta multiplican por 12 los casos de pobreza energética, por 15 los de carencia alimentaria, o por 5 el número de menores que no pueden acceder al ocio extraescolar. Unas cifras que nos cargan de argumentos para intervenir con inversión y políticas públicas allí donde más hacía falta.

La vulnerabilidad de los hogares con niños tiene una parte de su origen en un diseño del Estado del bienestar que ha dejado a los adultos en edad laboral sin una protección social adecuada. Las transferencias de renta no condicionadas solo se han normalizado en el caso de las personas mayores, mientras el resto de población está sujeta al mercado laboral, cada día más precarizado.

Así, el incremento del desempleo ha tenido efectos gravísimos en el aumento de las tasas de pobreza. Pero también algunas decisiones políticas han tenido un peso muy relevante en haber dejado los hogares más empobrecidos en la estacada. La reforma laboral del PP y CiUla vergonzosa reforma de la RMI, o el bloqueo en el Parlamento de la ILP por una renta garantizada de ciudadanía son ejemplos evidentes.

Las políticas activas de empleo son una herramienta esencial, como las políticas públicas de vivienda. Barcelona presenta unos elevados índices de carencia material, fruto de un elevado coste de vida que causa estragos en muchos hogares, especialmente en los formados por la madre y los hijos, con tasas que casi duplican las biparentales con respecto, por ejemplo, a la dificultadpara afrontar el coste de la vivienda.

Ante el desastre causado por la evolución del mercado laboral, del mercado de la vivienda y de las políticas sociales estatales autonómicas, el ayuntamiento ha reaccionado en los últimos años con respuestas fragmentadas y poniendo parches a través de unos servicios sociales saturados. Debemos avanzar (y así lo hemos acordado en el primer plenario que hemos querido dedicar a esta cuestión prioritaria) hacia estrategias de intervención que promuevan la autonomía en lugar de la asistencia, compactando ayudas, articulando una renta municipal de inclusión, impulsando la tarifación social, la equidad educativa, el apoyo al ocio... Necesitaremos el apoyo de todos, de la oposición y del tejido social vecinal para construir desde la inteligencia colectiva una respuesta ambiciosa para hacer de Barcelona una ciudad más justa equitativa.

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