Ventana de socorro

Banquetes de afecto

En un día como hoy, puede que debamos estar agradecidos de tener cuñados con quienes discutir

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ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Tengo algunos amigos que el día de hoy lo pasarán solos. No es porque militen contra la Navidad y hagan de su soledad un gesto reivindicativo, qué va. Son amigos a quienes sencillamente la vida les ha llevado a no tener familia próxima. Lo llevan con tranquilidad y resignación y me imagino que observan nuestros desmesurados banquetes desde fuera. Salen a dar un paseíto mañanero y se cruzan con nosotros, que vamos muy endomingados a casa de algún pariente a comer pavo, langostinos y celebrar la Navidad.

Son los amigos que no discutirán por el independentismo entre brindis y brindis, que no necesitan argumentar frente a nadie el 155, que tampoco tendrán gresca con un cuñado por el feminismo y la oleada de abusos sexuales y los límites entre hombre y mujer. Tampoco tendrán resaca ni la casa patas arriba cuando todos nos marchemos y quede aquello como un erial sembrado de papeles de regalo arrugados en los que muchas veces se cuela alguna cosa útil que termina confundida en la basura.

El hambre se quita alimentándose, pero hay muchos tipos de hambre y muchos tipos de alimentos, dice mi amigo Ángel Gabilondo. Ese alimento no siempre está al alcance de todos y entonces lo sustituimos por sucedáneos. Mis amigos los que pasan las Navidades solos no engordarán ni un gramo de más. Tienen a raya su hambre, porque, entre otras cosas, tienen poco dinero y trabajos que siempre están en la cuerda floja. Quizá ese aislamiento social esté de alguna forma vinculado a su dificultad para conseguir un empleo estable. Tal vez carecer de una red social nutrida y activa te ponga en mayor riesgo de desempleo. Puede que tengamos que estar agradecidos de tener cuñados y cuñadas con los que discutir, sobrinos alborotadores que acaban tirando una copa en la mesa y manchando el mantel bueno de la abuela y hermanos tardones que invariablemente llegan cuando estamos ya todos sentados a la mesa. Ellos sacian otra hambre a la que el turrón y los mazapanes no llegan. El hambre de afecto y compañía. Para todos los que comerán solos hoy va este artículo.