En sede vacante

La bandera y las rebajas de julio

Josep Maria Fonalleras

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Hubo un día en que un señor dijo, con toda la contundencia del mundo, que estaba indignado, que «no hay tribunal que pueda juzgar nuestros sentimientos ni nuestra voluntad». Y añadió: «Somos una nación». Más adelante, en su parlamento, que tuvo la trascendencia de los actos históricos, dijo que defendería «íntegramente el contenido de nuestro Estatut». Y aún fue más allá. Dijo que «el Estatut es nuestra ley de leyes». Consideró, y así lo hizo saber, que había llegado el «momento de expresar la grandeza de Catalunya». Sólidamente airado, pidió a la ciudadanía que respondiera «masivamente a la propuesta de manifestación que fuerzas políticas y sociales tienen que organizar para poder expresar cívica y democráticamente nuestra voluntad de autoafirmación y autogobierno». Y no solo esto: una vez hubo leído su discurso (o quizá antes incluso de leerlo) dio órdenes para que fuera reproducido íntegramente en una página de publicidad que al día siguiente salió en todos los periódicos.

Ahora, este señor, que es el presidente de la Generalitat, considera que todo lo que dijo quizá era demasiado radical y quizá poco aglutinador y poco unitario. En esa comparecencia dejó bien claro que asumía como propios los lemas que luego ha utilizado Òmnium Cultural como encabezamiento de la manifestación del sábado.Somos una naciónsignifica, exactamente, somos una nación. Y perdonen, como diría aquel, la redundancia. Y expresar la voluntad de autoafirmación significa «nosotros decidimos». No entiendo, pues, qué papel interpreta la bandera catalana en este absurdo entremés. O quizá sí: la tela, ahora tan simbólica, parece una pieza de las rebajas de julio. Ofrecida a un precio más asequible, cuando resulta que ya habíamos comprado otra, días atrás, a finales de junio, cuando tocaba.