Intangibles

Es la banca la que debe cambiar el 'chip'

GUILLEM LÓPEZ-CASANOVAS

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Es hora de cambiar, de hacerlo verdaderamente y de que la ciudadanía así lo perciba: la banca tiene que recuperar su misión y tiene que perder toda sombra de la vieja codicia.  Es un clamor entre la ciudadanía.

Pongo un par de ejemplos, que he recogido personalmente. Primero. Un conocido, que es autónomo y pide un crédito personal, me explica  que la entidad bancaria le pide algo más de un 13% de interés. Mi conocido se hace cruces de que lo cree haber oído bien de labios de su amigo,  director de la sucursal, en su pueblo,  de su banca de siempre, la que nunca ha visto una letra devuelta que lleve su firma.

«¿De qué van?», dice quien ha leído que las entidades tienen una liquidez que les sale por las orejas, prestada por el BCE, y que se dedican a comprar deuda española, un negocio tan jugoso como cómodo. No entiende, mi conocido, cómo le han convertido sus ahorros en miseria. Le han dicho de que es culpa del regulador [el Banco de España], que no permite dar un tipo de interés más alto, y que debería estar contento, porque en otros países  no solo no se retribuye el ahorro sino que se cobran comisiones por  guardarlo,

Las comisiones

Segundo. Un pobre hombre ha tenido un descuido y por el descubierto de una pequeña cantidad le han cargado 25 euros y tres veces el tipo de interés legal del dinero. No me lo puedo creer, pero me lo han confirmado («incluso podría haber sido más»). Luego, por mi propio interés, yo mismo decido ir al banco para intentar colocar parte de mis ahorros en un fondo de pensiones, por aquello de la desgravación fiscal a final de año. Pero no hay manera de encontrar ninguna entidad que cobre una comisión con tipo variable según la rentabilidad que consigan de mi dinero. Eso sí: cargan casi hasta un 2% de comisión, a piñón fijo, sean los que  sean los resultados.

Tomando un café, reflexiono ante la visión en la prensa del dibujo del gran Forges en el que se burla de que en plena era de transacción electrónica, los bancos compensen saldos (nuestro dinero) con una dilación de dos días, un tiempo muerto que corre en su beneficio.

Mientras todos estos ejemplos  forman parte de la vida cotidiana, reaparecen ante nuestros ojos cifras millonarias de retribuciones a muchos directivos de las entidades que siguen las prácticas descritas, salarios autootorgados ante accionistas pasivos y perdidos en la vorágine.

Podría seguir. He defendido o combatido en estas páginas, y en otras ocasiones, los mantras o las falacias que se han escrito sobre la reestructuración financiera española, la manipulación de contar beneficios en términos absolutos y no relativos al capital invertido o el ataque al accionista supuestamente salvado por el dinero de los recortes.

Pero ya es hora de denunciar las prácticas comentadas, que han de acabar. Son de otra época, de la que muchos no queremos ni sentir ni el olor. La de los comportamientos de oligopolio, con poca competencia entre entidades y mucho interés por regresar al business as usual. Quien piense que esto pasará, se equivoca. Mucha gente que lo está pasando mal lo atribuye a los bancos.

De otro lado, hay que entender que el regulador de los bancos  no puede forzar la concesión de créditos que, otorgados con  temeridad, después habrá que provisionar.

Pese a los nuevos poderes que tendrá el regulador bancario [el Banco de España] para que se retribuyan los depósitos o se limiten las retribuciones de los directivos de los bancos, los objetivos de quienes defienden sus depósitos frente a quienes los gobiernan mantendrán la relación asimétrica que sobrepasa la voluntad del supervisor.

Si los bancos no recuperan la cordura en sus actividades y se imponen a sí mismos prácticas responsables, habrán perdido la legitimidad social que les ha procurado una especial protección ante una situación que, pese a las ayudas  que han recibido, no es todavía como para echar cohetes.