La banalización de la extrema derecha en Europa

Un candidato ultra puede convertirse en presidente de Austria

El candidato presidencial Norbert Hofer.

El candidato presidencial Norbert Hofer. / DE/GS/

Eliseo Oliveras

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El candidato del ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ), Nobert Hofer, podría convertirse este domingo en Austria en el primer presidente de extrema derecha de un país de la Unión Europea (UE). Hofer obtuvo el 35% de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en abril,Hofer más del triple que cada uno de los candidatos del Partido Socialdemócrata (SPÖ) y del Partido Popular (ÖVP). El último sondeo de Gallup daba a Hofer la victoria con el 53% de los votos frente al candidato independiente Alexander van der Bellen, exlíder de los Verdes.

La extrema derecha ha resurgido con fuerza en Europa como una opción política aceptable para los ciudadanos bajo una pátina de recuperada respetabilidad. Las fuerzas de extrema derecha y ultraconservadoras han conseguido el estatus de partidos "normales" gracias a la amnesia colectiva respecto a los regímenes autoritarios que establecieron en Europa en el pasado, a la banalización de sus planteamientos, a la pasividad de los líderes políticos y al abandono en la cuneta de un porcentaje creciente de la población a causa de las políticas económicas de los partidos tradicionales.

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El triunfo de Hofer y la conquista de la presidencia de Austria por el FPÖ supondría un salto en la expansión y normalización de la extrema derecha en Europa. El presidente en Austria detenta importantes poderes que Hofer ha indicado que está decidido a utilizar, como el nombramiento del canciller, la disolución del Parlamento o el mando supremo del Ejército.

La extrema derecha austriaca ya entró en el Gobierno federal en el 2000, en coalición con el Partido Popular. Las sanciones diplomáticas impuestas inicialmente por los otros 14 países de la UE fueron levantadas a los siete meses, lo que legitimó de facto la participación de la extrema derecha en los gobiernos europeos y en los consejos de ministros de la UE. El FPÖ participó en el Gobierno federal austriaco hasta el 2007. Incluso los socialdemócratas aceptaron el año pasado formar un gobierno de coalición con el FPÖ en la región de Burgenland.

Austria no es un caso aislado en la UE. La extrema derecha forma parte del Gobierno en Finlandia (Partido de los Finlandeses PS) y en Eslovaquia (Partido Nacional Eslovaco SNS) y en Dinamarca el Gobierno depende de su apoyo parlamentario (Partido Popular Danés DPP).

En Croacia, el Gobierno de la Unión Democrática Croata (HDZ), miembro del Partido Popular Europeo, rinde homenaje público a los fallecidos de la fascista Ustasha, aliados de los nazis y responsables de brutales matanzas de más de 350.000 personas, y su ministro de Cultura, Zlatko Hasanbegovic, es conocido por sus simpatías fascistas.

Las expectativas de Le Pen

En Italia, La Liga Norte participó en los Gobiernos de Silvio Berlusconi, y los antiguos neofascistas del Movimiento Social Italiano (MSI), rebautizado como Alianza Nacional, forman parte ahora de El Pueblo de la Libertad y del Partido Popular Europeo. Los sondeos auguran una victoria de la líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2017 y el Partido por la Libertad (PVV) de Geert Wilders condiciona la agenda gubernamental holandesa.

En Hungría, el primer ministro Viktor Orban, otro miembro del Partido Popular Europeo, gobierna como un líder de extrema derecha con creciente autoritarismo, sin que la Comisión Europea haya adoptado medidas efectivas, pese a que ha restringido la libertad de prensa, ha depurado la magistratura de jueces críticos y ha reescrito la Constitución a su medida. Ahora Polonia está siguiendo sus pasos tras la victoria del Partido Ley y Justicia (PiS) de Jaroslaw Kaczynski y la Comisión Europea debe presentar el 23 de mayo un informe sobre las derivas autoritarias del Gobierno

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polaco.

Los partidos europeos están olvidando los principios de la Carta del Atlántico que rigieron Occidente tras la segunda guerra mundial, como "asegurar a todos mejoras de las condiciones de trabajo, el progreso económico y la protección social" y garantizar que los ciudadanos puedan "vivir en libertad sin miedo ni pobreza". Los partidos, en lugar de ofrecer mejores alternativas a los ciudadanos, se limitan a copiar y asumir parte de los discursos de la extrema derecha para no perder votos. Hasta el presidente norteamericano, Barack Obama, ha advertido a los líderes europeos del peligro por "la progresiva emergencia del tipo de política contra la que se fundó precisamente el proyecto europeo".