El epílogo

El avispero del Sáhara

ENRIC HERNÀNDEZ

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Apagón informativo. Toque de queda nocturno. Represión indiscriminada de un pueblo. Persecución de los observadores extranjeros. Pasividad internacional. Escenas como estas, por repetidas, han dejado de sorprender al mundo: la limpieza étnica en los Balcanes y Ruanda son solo dos ejemplos recientes, por no rememorar la segunda guerra mundial o el infierno de tantas dictaduras.

La novedad es que ahora la caza y captura de seres humanos se está produciendo en nuestro patio trasero, el Sáhara, sin que nadie, y menos el Gobierno español, se atreva a tomar cartas en el asunto. Marruecos y el Sáhara, terreno siempre pantanoso para España, se han convertido ya en un verdadero avispero.

El violento desmantelamiento del campamento de Agdeim Izik, el 8 de noviembre, fue solo el prólogo de una operación de castigo contra el pueblo saharaui de cuya crudeza dan testimonio los activistas prosaharauis que han logrado escapar. A falta de fuentes más neutrales, si el relato de los cooperantes españoles es cierto, aunque solo lo sea en parte, los crímenes que allí se están cometiendo no se pueden soslayar con las evasivas y circunloquios a los que la diplomacia nos tiene habituados.

Los límites del pragmatismo

Y eso es, justamente, lo que parece pretender el Gobierno español. Es cierto que la vecindad, el control de la inmigración irregular, la lucha contra el terrorismo yihadista y otros muchos factores aconsejan a España preservar sus estratégicas relaciones con el reino alauí. Pero, por nobles que sean los intereses a defender, hay principios de los que ningún Estado democrático puede abdicar. Y uno de ellos, el principal, es la defensa de los derechos humanos cuando estos son conculcados.

SostieneTrinidad Jiménez, ministra de Exteriores, que la condena «altisonante» de los sucesos de El Aaiún no haría sino dañar la interlocución del Gobierno con Rabat y tampoco garantizaría el fin de la represión. Puede que así sea, pero, si sus discretas gestiones no surten pronto el efecto deseado, costará discernir cuándo el pragmatismo se transmutó en silencio cómplice.