La rueda

Autoritarismo frente a democracia

ENRIC MARÍN

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La impugnación incontestable que el Tribunal de Estrasburgo ha hecho de la llamada doctrina Parot puede tener consecuencias muy cuestionables, pero también pone en evidencia una chapuza jurídica y política que se había querido justificar por las exigencias de la lucha antiterrorista. El terrorismo crea estados de opinión que tienden a favorecer la deriva autoritaria de las democracias. Particularmente, cuando estas son tiernas. ETA ha erosionado la cohesión de la sociedad vasca y ha proporcionado una lamentable y eficaz coartada para las tentaciones autoritarias de la cultura política española posfranquista. Una parte sustancial de la arquitectura ideológica y conceptual elaborada por la FAES se ha querido justificar como respuesta a la amenaza terrorista. Empezando por la absurda dicotomía nacionalismo/constitucionalismo. Hoy la fundación presidida por Aznar lidera la expresión hegemónica en el nacionalismo español. Ha ganado la batalla de las ideas. Particularmente, en lo que se refiere a la noción de España como realidad nacional y proyecto económico, político y cultural. Se pudo comprobar con el Estatut y la sentencia del Constitucional.

No hace tantos años, Aznar afirmaba con astucia táctica que en ausencia de violencia se podría hablar de todo. Hoy sabemos que hablar quizá sí, pero votar no. Hay un hilo conductor de matriz autoritaria que da coherencia transversal al nacionalismo español: el rechazo frontal a que Catalunya pueda votar para decidir libre y democráticamente su futuro. La Constitución no lo prohíbe, y no hay argumentación democrática sólida que avale esta cerrazón. Los poderes de Estado han decidido que la partida con Catalunya se juega al todo o nada. Ni prevén la posibilidad del nada, ni valoran que la inevitable comparación con Gran Bretaña y Escocia hace daño. Mucho daño.