Automobile... ¡suena bien!

El nuevo enfoque que se le ha dado al Salón del Automóvil es, también, un ejemplo de imaginación y flexibilidad

JOSÉ ANTONIO BUENO

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La primera quincena de mayo se celebran en Barcelona cada dos años dos acontecimientos de primer orden mundial en el mundo del motor, el único Salón Internacional del Automóvil que tiene lugar en la península ibérica y el Gran Premio de España de Fórmula 1. Es algo que no ocurre en ningún lugar del mundo y que debemos agradecer a dos “viejos rockeros” que viven con una intensidad e ilusión más propia de adolescentes que de personas de su experiencia unos acontecimientos que sin ellos hace tiempo hubiésemos perdido: Enrique Lacalle y Vicenç Aguilera. Enrique ha reinventado una y mil veces un salón que ha estado a punto de cerrar en más de una ocasión cuando transitábamos por una crisis que parecía no tener fin, y Vicenç pelea cada año contra la incomprensión local de unos políticos que, en general, no valoran suficientemente lo que tenemos, mientras trata de resistir a la presión de un negocio mundial que solo entiende de ingresos, no de historia ni de emociones. Quienes vivimos en Barcelona nunca les estaremos suficientemente agradecidos.

Ambos acontecimientos sirven, además, para poner de actualidad el sector del automóvil que tras años de lucha, reestructuración y ajuste vuelve a presentar una foto razonablemente positiva. Aunque el mercado español está lejos de su record de ventas (cerca de 1,7 millones de vehículos en 2005 frente a 1,1 millones en 2016) se ha recuperado considerablemente desde que tocó fondo en 2012 con 700.000 coches. Y algo similar ocurre en producción, de nuevo rozando los 3 millones de vehículos producidos cada año tras haber caído por debajo de 2 millones en 2012. El sector ha demostrado una enorme capacidad de ajuste, flexibilidad y adaptación gracias a la cual sigue siendo un referente mundial. Sus soluciones, pero sobre todo su actitud son un excelente ejemplo de colaboración entre empresas, gobiernos y sindicatos. Ojalá se extendiese este modelo de colaboración y madurez en todos los sectores productivos.

Tras la profunda crisis que hemos pasado, los motores de nuestra economía siguen siendo el turismo, la construcción (resurgiendo de sus cenizas) y el automóvil. Es verdad que no hemos sido capaces de diversificar, pero al menos entre los tres sectores punteros sigue estando con la misma fuerza que antes, o más, una industria competitiva, sofisticada y abierta al mundo, motor de exportaciones y multiplicador de empleo que, además, alimenta un subsector de componentes cada vez más pujante.

El nuevo enfoque que se le ha dado al Salón del Automóvil es, también, un ejemplo de imaginación y flexibilidad. En una época donde la actividad ferial necesita reinventarse el Salón ofrece la posibilidad no solo de ver nuevos y atractivos modelos sino también soluciones de movilidad, coches conectados, autoguiados, ciudades inteligentes… un guiño al futuro que merece no solo el apoyo sino el aplauso más unánime de un sector que ha demostrado su gran capacidad de resistencia al igual que su irresistible capacidad de atracción para la mayoría de la población.

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