ANÁLISIS

El 'dolce far niente' de ERC

Torrent y Puigdemont, en la reunión que mantuvieron el día 24 de enero en Bruselas.

Torrent y Puigdemont, en la reunión que mantuvieron el día 24 de enero en Bruselas. / periodico

Astrid Barrio

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La decisión del presidente del Parlament, Roger Torrent, de aplazar la celebración del debate de investidura del candidato Carles Puigdemont ha sido una decisión salomónica. Por un lado porque implícitamente ha aceptado el terreno de juego propuesto por el TC, ha evitado desobedecerlo y se ha ahorrado, de momento, tener que exponer a los miembros de la Mesa del Parlament a nuevas querellas y a los antiguos consejeros ahora diputados, Josep Rull, Jordi Turull Raül Romeva, que se encuentran en libertad bajo fianza, a tener que tomar decisiones que puedan afectar a su situación procesal. Y por el otro porque a pesar del histrionismo en las filas de Junts per Catalunya y de la CUP ha mantenido la candidatura de Puigdemont y por tanto la lealtad hacia sus compañeros de viaje. Pero, sobre todo, ha sido una decisión que ha permitido a ERC ganar tiempo para recuperarse del desconcierto que le provocaron los inesperados resultados electorales.

Antes de las elecciones ERC lo tenía todo a su favor, pero le pudo la estética y se equivocó no dejando que fuese Puigdemont el que las convocase y forzando una declaración de independencia que para lo único que ha servido ha sido para activar el artículo 155 y para que el Govern haya acabado en la cárcel o huido. Para eso y para dar alas a Puigdemont y que contra pronóstico le ganase las elecciones. Este es el triste balance de los llantos y de la cerrazón de Marta Rovira y de las 155 monedas de plata de Gabriel Rufián. En la ERC pre-procés por menos les hubiese peligrado el cargo.

Si a ERC y a Torrent les vuelve a poder la estética y optan por mantener a Puigdemont como candidato pese a la presunta inviabilidad de la propuesta, a la espera de que el Tribunal Constitucional resuelva las alegaciones, no solo no se podrá formar gobierno y no se levantará el 155, sino que volverá a quedar expuestos judicialmente y a expensas de Junts per Catalunya. Si optan en cambio por un candidato viable y si Junts per Catalunya y la CUP no colaboran, ello implicaría tener explorar otras aritméticas. Y aunque, llegado el caso, ERC podría liderar el frente del desbloqueo y el de la recuperación de la normalidad institucional y erigirse como una fuerza autónoma y responsable, esta operación tiene costes. ERC teme, y con toda la razón dados los antecedentes, que ahora sea a ella a la que se la vincule con monedas de plata.

Por suerte para ERC hay una tercera alternativa que le puede permitir por un tiempo más seguir siendo salomónica. El 'dolce far niente', no hacer nada y dejar que expiren los plazos para ir de nuevo a elecciones. Y más sabiendo que posiblemente, como se ha sabido, que el Tribunal Supremo inhabilitará a los miembros del Govern cesado y que ninguno de ellos podrá ser candidato. Porque aunque ello suponga perder a Oriol Junqueras puede ser también un incentivo para ERC que sabe que no es lo mismo competir con un PDECat en horas bajas que con Puigdemont en el papel de presidente en el exilio.