ANÁLISIS

Grietas del discurso ruso en Siria

El Kremlin lanza el mensaje de que la guerra en el país árabe ha terminado, algo que, por desgracia para los sirios, no es cierto

Asad y Putin se estrechan la mano en el balneario de Sochi, el lunes.

Asad y Putin se estrechan la mano en el balneario de Sochi, el lunes.

Antonio Baquero

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Vladímir Putin se ha lanzado a acuñar un nuevo relato sobre Siria que consiste en hacer creer a la comunidad internacional que la guerra civil en ese país ha acabado –gracias a la intervención militar rusa– y que Bashar el Asad la ha ganado.

Acabada pues la guerra, según Moscú, es el momento de una transición política en que es inevitable que Asad tenga garantizada la continuidad en la presidencia. Para ello, Putin ofrece incluso Rusia como escenario de negociaciones de paz, en un gesto de desdén al proceso que se desarrolla sin éxito en Ginebra auspiciado por la ONU. La cumbre en Sochi con los presidentes de Turquía e Irán era la escenificación de esa voluntad.

Moscú quiere ejercer de padrino de la única paz que presenta como posible y traslada al bloque occidental, EEUU y la Unión Europea, la responsabilidad de aprovechar ‘esta oportunidad’. A juicio del Kremlin, poner fin a la guerra en Siria bien vale dejarse de escrúpulos humanitarios y aceptar la continuidad de Asad.

Argumentos falsos

Moscú plantea argumentos supuestamente incontestables. El principal, siempre según Putin, es que tras sus últimos avances el régimen de Asad controla el 98% del territorio de Siria y que ha logrado pacificar el país. Además, el mandatario ruso ha logrado atraerse a su estrategia al presidente turco Recep Tayyip Erdogan –que incluso permitió, en un gesto inédito hasta ahora, que Asad viajara a Rusia esta semana sobrevolando territorio turco–. A su favor juega también que la oposición siria no kurda está debilitada –su líder, Ryad Hiyab, ha dimitido esta semana–.

Pero el argumentario ruso presenta grietas. Esencialmente porque varios de sus presupuestos son falsos. El primero, que la guerra ha quedado atrás. Hablar de un escenario posbélico cuando las tropas de Asad siguen bombardeando sin piedad y sometiendo a asedios medievales los últimos reductos de los rebeldes, sobre todo Guta Oriental, en la periferia de Damasco, es bastante cínico. Este domingo, precisamente, los bombardeos de la aviación rusa y siria causaron al menos 57 víctimas civiles cerca de Damasco y Deir Ezzor.

La segunda falsedad es que, aunque es cierto que el régimen tiene bajo su poder más territorio que hace un año, solo controla el 51% del país. Las fuerzas de la oposición siria mandan aún sobre un 15%. Y las milicias kurdas de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) tienen bajo su poder otro 25% del territorio.

La clave es que esas milicias kurdas son la pica en Flandes de EEUU en Siria. Washington las ha armado y 503 militares estadounidenses están desplegados junto a ellas. Para EEUU, las SDF son, en definitiva, la manera de garantizarse que el país no se convierte en un protectorado ruso-iraní.

Por eso, tal y como explicaba el 'Washington Post', la Administración estadounidense quiere que los militares, desplegados para combatir al Estado Islámico, sigan en el país árabe más allá de la derrota yihadista. En el marco de esa estrategia, no se descarta apoyar a los kurdos a montar un Gobierno al margen de Damasco en el norte del país.

Además, no hay paz sin reconstrucción, ni reconstrucción sin dinero. Y quien puede pagar  -la UE y EEUU- no quiere en el poder a un Asad que, aunque seguro que no va a perder la guerra, depende para ganar la paz de que toda la comunidad internacional le acepte como un mal menor. Y eso aún no ha pasado.