MIRADOR

Sin alternativa

Por no haber calculado bien la jugada, ahora Pedro Sánchez es el tapón que atasca España

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados.

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados. / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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Habrá que empezar a pensar que Mariano Rajoy es un temerario y Pedro Sánchez un mal imitador. Rajoy se las da de prudente, sensato y razonable, pero está dispuesto a forzar el desastre de unas terceras elecciones si el líder socialista no le facilita la investidura a cambio de nada, por pura irresponsabilidad. Sánchez se ha encadenado al 'no' porque mientras él no rectifique, Pablo Iglesias y Podemos serán irrelevantes. Así piensa asegurarse un segundo mandato al frente del PSOE. En unas circunstancias tan difíciles, barrunta, los barones no serán capaces de descabalgarlo por anclarse en la izquierda. ¿Y luego qué? Si Sánchez cede y entroniza a la derecha, se habrá convertido en el hazmerreír nacional. Si se mantiene firme y volvemos a las urnas por fiestas, el PP se puede comer buena parte del electorado cedido provisionalmente a Ciudadanos y quedar más cerca de una mayoría estable sin el concurso de la izquierda. Tanto en un caso como en el otro, el perdedor es Sánchez. No es preciso escribir el nombre del ganador.

Esta síntesis tan simplificada pero precisa de la situación solo puede ser discutida a partir del supuesto que existe una alternativa real y viable al gobierno de Rajoy. Quítenselo de la cabeza. Los 180 diputados que han votado 'no' a la investidura del candidato popular suman en términos matemáticos, pero no en intereses políticos. Antes de pactar con los soberanistas y conceder un referéndum, el PSOE se rompería. Antes de pactar con el PSOE y Ciudadanos, incompatible con los nacionalistas, alguna de sus confluencias plantaría a Podemos. Si el 'president' PuigdemontJoan Tardà y otros líderes del independentismo se ofrecen a Sánchez a cambio del referéndum, es para hacer propaganda de la causa y demostrar una vez más la negativa española a las demandas mayoritarias de los catalanes. No porque crean en la más remota posibilidad de un pacto tan contra natura.

Esta es la fuerza de Rajoy, que ha sabido aprovechar con una enorme audacia el regalo de Sánchez, que lo consolidó como amo del PP cuando afirmó que tampoco apoyaría a otro candidato de la derecha. En vez de meterse en un callejón sin salida, Sánchez se debería haber unido a Rivera para exigir a los populares que se regeneraran y presentaran la cabeza de Rajoy en bandeja como prueba de voluntad de enmienda. Era su salvación. Si Rajoy se va, yo me quedo. Pierdo unas cuantas plumas, pero él las pierde todas. Si no se va, se convierte en el tapón que atasca España y yo en el potente líquido que limpia la porquería de las cañerías. Bingo o bingo. Ahora, por no haber calculado bien la jugada, el tapón es él.

Mientras tanto, Rajoy el temerario añade presión al globo soberanista en vez de aligerarla encarrilándolo. Tal vez Sánchez, en secreto, espera que le explote en la cara.