LA CLAVE

Sí, pero tú...

Catalunya no es una sociedad rota, pero sí discute como si lo fuera. Ciega, sorda, airada, vociferante, sin pensar, mirando solo la bandera

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JOAN CAÑETE BAYLE

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Sí, pero tú… es la frase del momento en la política catalana. Sí, los tuits de Quim Torra son feos, pero ¿tú qué dices de los presos? ¿Y de la represión? ¿Y del tuit de Albert Rivera sobre los profesores del IES Palau? ¿Y del ‘a por ellos’? Sí, llamar bestias a los castellanoparlantes es inapropiado, pero ¿tú que dices de la justicia-ficción de Llarena? ¿Y del ridículo del Estado español en Europa? ¿Y del juez que se negó a casar a una novia con el lazo amarillo? Sí, la CUP siempre acaba apoyando a la derecha en la hora de máxima necesidad cuando hay la bandera de por medio, pero ¿y la libertad? ¿Y la democracia? ¿Y los valores republicanos? Sí, el independentismo no es mayoritario en la sociedad catalana, pero ¿tú qué dices de la catalanofobia, de los papeles de Bárcenas, de 'La manada', de Alsasua, de Valtonyc, de Jiménez Losantos y de los hilillos de plastelina? Sí, lo del 6 y el 7 de septiembre en el Parlament no estuvo bien, ¿pero tú qué dices sobre que en Catalunya no se pueda votar a la escocesa? Sí, señalas las contradicciones del discurso del independentismo, ¿pero tú qué dices de los discursos del españolismo, desde la violencia inventada hasta los ‘hackers’ rusos, pasando por la fuerza bruta del 1-O y el adoctrinamiento en las escuelas?

Sí, pero. La fuerza del ‘ellos y nosotros’ en la discusión pública es aplastante, un ‘ellos y nosotros’ que no admite ningún matiz y que ya es en gran medida identitario. A Torra lo aceptan, disculpan, toleran, justifican y finalmente permiten su investidura quienes lo consideran de los suyos, imperfecto, pero uno más entre sus filas. Los mismos pensamientos, formulados de la misma forma, cambiando español por catalán hubiera merecido la repulsa de quienes ahora dicen “sí, pero” cuando hablan sobre su obra publicada en redes y, sobre todo, artículos.

No debería ser tan difícil. Derechos humanos (de todos). Democracia (para todos). Libertad (para todos). Un racista es un racista, da igual que sea de los nuestros o de los suyos. Una injusticia es una injusticia, da igual que la suframos nosotros o ellos. Catalunya no es una sociedad rota, pero sí discute como si lo fuera. Ciega, sorda, airada, vociferante, sin pensar, mirando a qué bando pertenece quién para construir el discurso a partir de la bandera. Solo hay un consenso: abominar de quien no se reconoce en ningún ‘nosotros’, de quien no usa bandera.