¿Tiempos de cambios?
El lince viajero
El felino Litio se atrevió a hacer en su travesía, solo y en precario, lo que el Gobierno de Rajoy puso todos los medios por evitar; esto es, cruzar puentes, atravesar páramos, saltar barrancos ideológicos
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Olga Merino
Resulta fascinante la historia del lince que atravesó la Península de punta a punta, desde el Algarve portugués hasta las inmediaciones de Barcelona, y cuyo final de aventura, en un campo de cerezos de Santa Coloma de Cervelló, ha coincidido con el estacazo a la 'era Rajoy'. El felino se llama Litio, que es el más ligero de los metales y también el fármaco prescrito para el trastorno bipolar. Un nombre significativo. A saber si quienes bautizan a los animales nacidos en cautividad son los mismos que se estrujan las meninges para poner nombre a las operaciones contra la corrupción —Gürtel, Púnica, Malaya, Taula, Pokémon, Campeón—, de las que existe una variada panoplia.
En cualquier caso, y en el supuesto de que hubiera descrito el itinerario en línea recta, el ejemplar de Lynx pardinus recorrió un millar de kilómetros, atravesando, más que frondas, el paisaje del pelotazo: autopistas, trazados de AVE hacia ninguna parte y urbanizaciones fantasma. No es descartable que, antes de cruzar el Ebro, este gatazo silvestre, que es un crack, hiciera parada y fonda en el aeropuerto de Castellón, donde dicen que abundan los conejos: lo han encontrado bien nutrido, pulgas y garrapatas aparte.
Mientras se repartían carteras ministeriales y se sembraban tímidas, casi famélicas esperanzas, el lince viajero fue capturado y devuelto a la Andalucía de Susana Díaz. No era la primera vez que se escapaba. Litio es culo de mal asiento, un macho que no acaba de encontrarse a gusto en ningún lugar, un felino equidistante. Llevaba 19 meses desaparecido, y como el GPS que le habían colocado en el collar de seguimiento ya no emitía señales, los técnicos estaban a punto de enterrarlo en el olvido. Como a Pedro Sánchez.
En política no conviene dar por muerto a nadie, primera moraleja. La segunda lección que deja el felino es que él se ha atrevido a hacer, solo y en precario, lo que el Gobierno de Rajoy puso todos los medios por evitar; esto es, cruzar puentes, atravesar páramos, saltar barrancos ideológicos. Haciendo gala de la listeza de su género, Litio al menos ha abierto un camino improbable. Que le den una subsecretaría ya.
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