La cuestión de la identidad

Bima de ninguna parte

Me dice que esto de aprender un nuevo idioma le está costando bastante y se ha hecho consciente de su condición de extranjera

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Najat El Hachmi

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Pongamos que esta niña de carne y hueso que conozco muy bien se llama Bima. Nació en una capital de comarca de la provincia de Barcelona hace unos 15 años. Uno de sus padres vino de otro país cuando era pequeño, su abuelo paterno, mucho antes. Su madre, algunos años antes de su nacimiento. Bima creció y se educó con normalidad en aquella ciudad que siempre había sido la suya, convivía sin más conflictos que los propios de la infancia con otros niños y niñas como ella, sin siquiera ser consciente del hecho de que los países de nacimiento de todos ellos pudiera suponer ninguna distinción, ni en positivo ni en negativo.

Se llevaba bien con esa o aquel otro por afinidad de carácter y aficiones y no por compartir o no origen. Hablaba, como sus compañeros, lo que un diario llamó “catalán de payés”, la nueva variedad dialectal que la sociolingüística aún no ha descubierto. Ella no sabía que su acento era tan marcadamente rural, uno no se plantea ese tipo de cosas sobre la propia lengua y el catalán, a Bima, le era tan propio como el apellido lleno de aspiradas de su padre. No, Bima no tenía ninguna conciencia de ser distinta de los demás ni de hablar catalán de payés.

Derrumbe de un espejismo económico

Si decía “no cardis” o “què fots” y sus vocales neutras eran más cerradas que las de los barceloneses es porque así era la lengua que se había encontrado desde pequeña. Su padre había trabajado en la construcción y formaba parte de una generación entera de hombres que, habiendo llegado siendo adultos o niños, levantaron con sus propias manos la totalidad de las promociones inmobiliarias que brotaron durante los años previos a la crisis, más conocidos como “los años de la burbuja”.

Tal mérito, el de haber levantado con los propios cuerpos la riqueza de unos años esplendorosos no ha sido nunca reconocido por ninguna autoridad competente en la materia. Todo lo contrario, cuando llegó el derrumbe de aquel espejismo económico en el que discurrió la primera década del milenio, la primera medida que tomaron quienes nos gobernaban fue dejar bien claro que los últimos en llegar tenían que ser los primeros en irse.

De repente,
cuando explotó la burbuja, a Bima le empezaron a contar que no solo no era de aquí sino que nunca lo fue

Pues anda, Bima, a otra parte, tú que no habías sido nunca protagonista de ningún proceso migratorio, vuélvete a tu país o vete donde quieras, pero de repente a Bima le empezaron a contar que no solamente no era de aquí sino que nunca lo fue. Que la mano de obra ya no hacía falta y que más le valía asumir su condición de temporal. Bueno, a Bima directamente igual no se lo dijeron, pero el padre se quedó sin trabajo, acabado el paro les quedó una renda de miseria que les quitaron en un momento dado porque, al revisarle el pasaporte a la madre, descubrieron que había ido a visitar a la abuela y eso, alguien que recibe una pensión de miseria, no lo puede hacer. Porque las autoridades pertinentes dejaron claro que lo que los padres de Bima recibían en ayudas sociales después de que su padre hubiera trabajado durante quince años seguidos no era un derecho que tenían como ciudadanos sino una simple caridad que demostraba la generosidad del país que les había acogido.

Han pasado años desde aquel momento en el que la familia de Bima tuvo que tomar una dolorosa decisión y ahora ella me habla a través de una pantalla desde una habitación minúscula en un apartamento suburbial de una ciudad francesa. Me dice que esto de aprender un nuevo idioma le está costando bastante y que algunas de sus compañeras no sabe muy bien qué les pasa, “no sé si son racistas o qué”, y veo que ha cambiado, que se ha hecho consciente de su condición de extranjera. “Ahora con quien más me junto es con las chicas negras, son más amables”. Pero me cuenta que no sale mucho, que prefiere jugar con el ordenador y lo hace en su precioso catalán de payés.

Unos discursos de lo más exótico

Me imagino a Bima viendo la sesión parlamentaria del pasado lunes y escuchando atentamente los discursos: las palabras de Quim Torra sobre los españoles recordadas por su oposición, Sergi Sabrià diciendo que somos un país diverso y de todos, que integramos, saludando en distintos idiomas (ninguno de ellos el de Bima, por cierto), esforzándose en hacer de contrapeso de lo escrito por su nuevo presidente. Me la imagino atenta a Carles Riera reconociendo que había una parte de la población con sentimiento identitario español y que había que hacer políticas sociales para “ensanchar la base”.

Estoy segura que para ella estos discursos serían de lo más exótico. ¿De qué hablan los políticos de ahora si lo que ella ha vivido en su querida capital de comarca no tiene nada que ver con lo que dicen? Puede que algún día llegue a reflexionar sobre el retorno del debate identitario que ella nunca conoció, puede que llegue a recriminar a las autoridades que nunca la reclamaran como catalana. La veo, ya adolescente, encerrada en su habitación suburbial, preguntándose si le queda algún sitio al que volver.