Foco de tensión europea

Una historia interminable

Habrá que esperar acontecimientos, pero todo apunta a que, antes de mejorar, el conflicto Italia-UE empeorará

ilu-una-historia-interminable-01-11-2018

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Josep Oliver Alonso

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Parece que estamos abonados a un mal fario. Tras unos años en que los vientos económicos han hinchado nuestras velas ahora, cuando viran, se añaden otros que anticipan tensiones adicionales. Dejemos de lado a Trump y su comercio, el petróleo, el desvío de turistas, el final de la compra de bonos por el BCE de Draghi o la inestabilidad bursátil. Y centrémonos en Italia.

¿Es realmente un problema? Colegas y amigos que la conocen bien me advierten de su capacidad para sortear dificultades y mantenerse a flote. Es cierto. Pero también lo es que, cuando en verano del 2011 el ínclito Silvio Berlusconi adoptó una posición irresponsable, la desconfianza que generó, junto a nuestros propios problemas, nos puso a los pies de los caballos. Por suerte para nosotros, la situación es hoy mucho mejor, aunque la deuda continúa ahí, amenazando que un incendio en Italia se propague a nuestras costas.

La estabilidad del sistema financiero

Parece que el debate del Gobierno italiano sobre el déficit para el 2019 con Valdis Dombrovskis, el vicepresidente de la Comisión Europea, y el comisario Pierre Moscovici, no es especialmente relevante. En sí mismo, ciertamente, no tiene enjundia desestabilizadora, pero sí la tiene lo que implica de cambio en la política de reducción de deuda pública. Para un país con un volumen de la misma situado en el 130% del PIB, solo superado por Grecia, esta modificación no es menor.

Además, y dado que una parte importante de esa deuda está en manos de su banca, sus pérdidas repercuten en la estabilidad del sistema financiero: solo faltaría ahora que su sector público se añada a la lista de sus problemas. Ello conduce a la primera de las historias interminables: la perversa y estrecha ligazón entre sector bancario y deuda pública. Y aunque en las nuevas normas de la Unión Europea sobre resolución de problemas bancarios, el Estado sería el último en acudir al salvamento de instituciones, o a liquidar las insolventes, si la crisis fuera sistémica solo el sector público tiene los recursos suficientes para rescatar al sector financiero.

Pero hay otra historia interminable, más importante todavía: la de la existencia del euro que hemos conocido. Desde el 2012 y, en particular, desde el 2015 cuando el BCE comienza a comprar deuda pública, hemos vivido una extraña tranquilidad. No es para menos: el banco central ha comprado 2,5 billones (con B de Barcelona) de deuda pública, de los que unos 300.000 millones son de España. Pero ahora, cuando anuncia que dejará de intervenir en los mercados, hay que añadir las tensiones con Roma. Ante ellas, ¿qué cabe esperar? Continuidad en las alzas de tipos de interés y prima de riesgo italianas y, si no hay acuerdo, nuevos aumentos, con sus inevitables impactos sobre el 'rating' de la República de Italia, es decir, sobre la calificación que conceden las agencias internacionales a su deuda pública. De hecho, Standard&Poor's la rebajó de nuevo el pasado viernes y la ubicó solo a dos niveles del llamado bono basura, mientras que Moody's la mantiene a uno. Y, de caer por debajo de ese escalón, su impacto sería elevado: muchas obligaciones de la banca, u otras empresas, están vinculadas al riesgo-país que refleja su deuda pública, mientras que el BCE no puede comprar bonos con el peor nivel de 'rating' e, incluso, no puede prestar a bancos que aporten, como garantía de sus préstamos, deuda con esta calificación.

Signos nada esperanzadores

Para tranquilidad transitoria, ambas agencias consideran estable el futuro de las finanzas italianas, lo que parece sugerir que esperan acuerdos con la Comisión. Ojalá sea así. Pero hay otra visión más perversa: que el Gobierno italiano esté situando sus finanzas en una posición insostenible porque desee, secretamente, abandonar el euro. Nadie conoce sus íntimos deseos y, probablemente, de todo hay en la viña del señor: desde partidarios de reforzar el euro a sus contrarios. Pero los signos no son esperanzadores: al conflicto con la Comisión por el presupuesto añadan la reciente visita del primer ministro, Giuseppe Conte, a Putin, alabando a Rusia como aliado estratégico de Italia, una posición en directo conflicto con la adoptada por la OTAN y con las sanciones impuestas por la UE por la anexión de Crimea.

Habrá que esperar acontecimientos. Pero todo apunta a que, antes de mejorar, el conflicto Italia-UE empeorará. Cabe desear, por nuestro propio bien, que haya soluciones en las que nadie, ni Roma ni Bruselas, pierda la cara. Aunque, a medida que se despliega la política del nuevo gabinete italiano, ello sea cada vez más difícil. ¡Dios! ¿Quién nos echó ese mal de ojo?