Un fracaso secular

La capital de Madrid es España

El progresivo centralismo se ha convertido en el principal mal español sin que nadie lo remedie

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Josep-Maria Ureta

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¿Qué pueden tener en común un profesor de Políticas en la Universidad de Georgetown (Washington), un escritor madrileño que en 'El Heraldo de Aragón' publica crónicas sobre la despoblación rural, y un geólogo gallego que trata de comprender el crecimiento asimétrico español?

Lo más probable es que los tres no se han leído unos a otros. Y, sin embargo, bajo el epígrafe-paraguas de ensayo -que suele abarcar todo tipo de obras-, los tres autores, en poco tiempo, han presentado tres análisis sobre España y su futuro que contienen un hilo común: todo lo sucedido las últimas décadas, solo se puede comprender desde un legado histórico acumulado. Los tres libros y sus autores, por orden de publicación, son: 'Madrid es una isla', de Óscar Pazos; 'La España vacía', de Sergio del Molino; y 'España: historia de una frustración', de Josep M. Colomer.

Una isla rodeada de vacío

Tres títulos que ya indican que España tiene un problema y, dado el modelo centralista al que se ha llegado forzadamente desde principios de siglo, algo tendrá que ver Madrid, la capital, en todo un proceso insospechado de concentración de poder excluyente en nombre del Estado autonómico que, se supone, exige la Constitución española. Una isla rodeada de vacío, un fracaso secular de crear una España moderna y equiparable a otras democracias.

Por orden inverso de aparición, el ensayo del profesor de Ciencia Política Colomer (también docente en la UPF) hace una lectura crítica de cómo se explica la historia de España desde que las carabelas de Colón tropezaron con territorio americano hasta tres siglos después, cuando el surgimiento de nuevas naciones en Europa no fue bien entendido por los patricios de las Cortes de Cádiz y sucesores. “El nacionalismo cultural español que se desarrolló desde principios del siglo XX se ha basado en gran medida en la reivindicación de glorias imperiales pasadas y no en un concepto moderno de nación cívica y de ciudadanía”, sostiene Colomer. En coherencia con este fracaso, advierte el politólogo en Washington de que la actual frustración catalana deriva, también, de una concepción obsoleta de nación y soberanía. Nación frustrada en un Estado frustrado.

“Madrid es un agujero negro entorno al que gravita un gran vacío”, escribe Sergio del Molino, en un ensayo más cercano a la literatura, con acertado recurso a las figuras retóricas, que al análisis político. Recuerda este autor que la esfera terráquea se distorsiona cuando se traslada a los mapas (proyección Mercator) y que, en el caso español, conviene saber que la denominada España vacía equivale a la mitad del territorio (268.000 km2 sobre 504.000 km2 totales de superficie), que no lindan por ninguna parte con el mar y que solo albergan 7 millones de habitantes sobre 46 millones totales.

Nada puede moverse en España si antes no cuenta con el beneplácito de Madrid

La anomalía no es, para Del Molino, que este páramo haya engendrado el Madrid que absorbe e integra cada vez más todo el territorio y paisanaje de su alrededor. Lo que realmente llama la atención y confirma la aberración del modelo centralista español es que recorrida esta meseta palmo a palmo y comparada con pueblos y comarcas del resto de Europa, singularmente Francia, tampoco se puede equiparar: en toda Europa hay una armonía de edificaciones pueblo a pueblo, una continuidad en el paisaje y una cohesión social que es inexistente cuando se hace un recorrido similar por esa España de casi 300.000 km2.

Abrumadora concentración de poder

“En 1950, Madrid era la única de las actuales comunidades autónomas que superaba los niveles de preguerra en PIB y renta familiar”, escribe Pazos en uno de los ensayos más contundentes (hay traducción al catalán) que se han publicado contra la abrumadora concentración de poder en la capital de España. Con técnicas de análisis tomadas de los economistas y de los historiadores, el geólogo y ocasional vendedor de pisos Pazos hace una descripción contundente sobre el fracaso del modelo político español, obsesionado en crear un Estado concentrado en Madrid, con sus élites entrelazadas de cuerpos del Estado y grupos de presión y provecho de las grandes corporaciones empresariales españolas, la mayoría reguladas por la Administración.

Concluye Pazos que “Madrid no es solo el principal precedente de los derechos históricos del Estado español, sino que también es el hito que impone los límites de cualquier gran proyecto en España, sea industrial, financiero, cultural o social”.

Ahí le han dado: nada puede moverse en España si antes no cuenta con el beneplácito de Madrid.  La capital desaparece para convertirse en nación única con el mismo nombre secular de España.