Apuntes

Memoria del 68

París -tan lejos, tan cerca- se nos antojaba la Arcadia, la utopía al alcance de la mano, la libertad, el futuro

'París, mayo del 68', uno de los reportajes que hizo para 'Triunfo'.

'París, mayo del 68', uno de los reportajes que hizo para 'Triunfo'.

Josep Maria Pou

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Fue el pasado jueves. El funcionario que me atendía me hizo caer en la cuenta del error: al rellenar la casilla de la fecha había escrito "3 de mayo de 1968”. Tuve que leerlo varias veces. Efectivamente, había escrito 1968 en lugar de 2018. ¿Por qué?  Y justo el 3 de mayo, coincidiendo exactamente con la fecha en que se iniciaron los disturbios del histórico Mayo del 68. Fue, sin duda, una extraña maniobra del subconsciente. Pero, ¿por qué ese día? ¿Y por qué ese año?

Enseguida le di vueltas, intentando encontrarle sentido. Es posible que esa misma mañana hubiera leído en el periódico alguna referencia a la efeméride y esa fecha hubiera quedado en el primer plano de la memoria hasta el punto de imponerse sobre el aquí y ahora. Es posible. O es posible, también, que cargado de añoranzas de un momento que se me antoja uno de los mejores de mi vida, mi mente hubiera programado, -¿por qué no?-, una regresión, un viaje a través del tiempo, saltándose de una zancada 50 años de vida y carrera. Todo es posible.

Lo cierto es que regresado a ese 1968 me vi en Madrid, con veintipocos años, recién terminado el servicio militar, estudiando en la Escuela de Arte Dramático y pagando 350 pesetas al mes por el alquiler de un pequeño pero cumplido apartamento. Y me vi, junto a los demás compañeros de clase, asombrado (embobado) ante las imágenes que llegaban de París, sobre todo las de las asambleas a las puertas del Théâtre de l’Odéón con Jean-Louis Barrault y Madeleine Renaud a la cabeza. Por aquellos días, en Madrid, se representaba 'El tragaluz', de Buero Vallejo, y 'A puerta cerrada', de Sartre, con la Espert y Marsillach. Era lo mejor de una temporada en la que dominaba, como en la anterior y la siguiente, el teatro de Alfonso Paso. París -tan lejos, tan cerca- se nos antojaba, pues, la Arcadia, la utopía al alcance de la mano, la libertad, el futuro.

Yo no sabía todavía que cinco meses más tarde debutaría en el teatro como actor profesional. En 1968. Estrenando un tiempo nuevo.