Dos miradas

Jugar al ajedrez

Obligados a jugar al ajedrez, faltaría más que ahora los independentistas no pudieran aprovechar la diagonal que ha permitido que un alfil avanzara para proteger el rey

La cabecera de la manifestación.

La cabecera de la manifestación. / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Hemos vivido una semana muy cercana al absurdo. Y hemos escuchado declaraciones que harían sonrojarse al más hierático. "Si no confiamos los unos en los otros", ha dicho González Pons, "no podemos quitar las fronteras", y luego ha agregado, en nombre del PP, que las euroórdenes no funcionan y que Schengen es "un riesgo" para España. Es decir, el retorno a la autarquía, el antiguo orgullo patriótico. Todos dependemos de la política agrícola, del BCE, de las ayudas comunitarias y resulta que cerramos las fronteras cuando un tribunal alemán decide llevar la contraria a la creatividad ficcional del Supremo. Y luego viene Ciudadanos y dice que es una "canallada". El hecho es que la justicia española se encuentra en un callejón sin salida y que cualquier jugada suya, en este tablero cada día más enrevesado, tiende o bien al ridículo o a la rectificación. En este estado de las cosas, que los independentistas reclamen la libertad de los presos y el retorno de los exiliados es no solo una obligación moral sino una oportunidad política, una vez analizada la partida.

No entiendo, pues, como es que Miquel Iceta les pide ahora que "la política no se vea supeditada a los procedimientos judiciales". No es una "curiosidad" que se acojan a la favorable sentencia alemana cuando resulta que estaban en contra de la judicialización. Obligados a jugar al ajedrez, faltaría más que ahora no pudieran aprovechar la diagonal que ha permitido que un alfil avanzara para proteger el rey.