Dos miradas

El todo y las partes

Dudo que haya ninguna celebración colectiva de una fiesta nacional que provoque la salida a la calle de individuos tan estrambóticos

La cabecera de la manifestación de la Diada en Palau Reial, a las 16 horas

La cabecera de la manifestación de la Diada en Palau Reial, a las 16 horas / ALBERT BERTRAN

Josep Maria Fonalleras

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Es innegable que en una concentración tan grande de gente como la que hubo el martes hay una gran cantidad de tipos y circunstancias que cualquier mente un poco cultivada calificaría como insólitos, extravagantes y raros. Dudo que haya ninguna celebración colectiva de una fiesta nacional que provoque la salida a la calle de individuos tan estrambóticos. Hay de todo, claro, y la gran mayoría responde a un perfil convencional, lúdico, con el afán de "ser contados", que es lo que oí decir a un par de señores mayores que se sentaban en una terraza. "Venimos para que nos cuenten". La acumulación de personas con una idea que las congrega es una fuerza política contundente y también una manera de formar parte de un magma en el que cada uno aporta el capital inicial más primario: estar allí. Ser una parte minúscula para convertirse en un todo armónico.

Pero luego están las individualidades. Entre los que quieren ser contados están los que tienen el afán de destacar o que aprovechan la multitud para demostrar su singularidad. La señora que se ha hecho un traje con la estelada; el señor que se disfraza de superhéroe; el que exhibe una colección de chapas en la solapa de la cazadora; la chica que pasea al perro con pañuelo independentista; el punk que lleva una camiseta con el mítico "No future" en la espalda y, en el pecho, una proclama por la República. He visto todo esto y más cosas que no creeríais. Es lo que tiene salir a la calle y observar.