Existe el arte de escoger el tono de voz

Quizá porque mis salidas a la calle ya no son tan frecuentes como años atrás, parece que el oído quiera compensar este déficit. Los ruiditos se me acercan amistosamente. Estoy tentado de hacer un inventario de ruidos y ruiditos que me llegan de la calle. Cuando alguien me dice, quejándose, "¡qué ruido!", me gustaría pedirle: ¿puedes explicarme, por favor, qué tipo de ruido es?

Es imposible hacer una lista de ruidos. Se puede hacer una lista de vegetales, de películas, de alimentos, pero el ruido no tiene una estructura tangible. No se puede coger con las manos ni encerrar en una caja.

El ruido necesita, para existir, que actúe como un cómplice: un viento entre árboles, la aparición de unas poderosas olas, un ascensor que se ponga en marcha ... Que empiece a teclear en mi máquina de escribir. Los ruidos pueden ser amigos o enemigos nuestros y me atrevería a decir que hay ruidos de lucimiento. No he olvidado el majestuoso ruido que hacía la caída de una gran cascada en la frontera de Canadá, si no me equivoco. Por contraste, el ruidito que hago con una cucharilla en el restaurante para deshacer un poco un grano de azúcar.

Me parece que no somos conscientes de lo que supondría una vida sin ruidos. Yo admiro a los ermitaños que, además de otros votos, deciden practicar el silencio. Ya me perdonarán si no me parece razonable. Por algo se nos ha concedido a los humanos el poder de hablar. Está claro que no nos impusieron el deber de practicar esta maravilla. Es cierto que hay gente mayor que abusa. Hay gente que, si lo analizamos un poco, charla mucho pero habla poco.

Pienso que conviene tener en cuenta esta distinción. Es conveniente que en la escuela haya una enseñanza que antes se había llamado oratoria y ahora, más adecuadamente, se define como expresión oral. Porque a lo largo de la vida es importante "cómo" decimos algo. Como en la música, utilizar el tono adecuado es fundamental.