Lecciones de una película de éxito
'Campeones' y la hipertrofia del deporte moderno
Los valores positivos que desprende la película contrastan con los del dinero, fama y popularidad de las manifestaciones deportivas más mediáticas
José Luis Pérez Triviño
Profesor de Filosofía del Derecho (UPF). Presidente de la Asociación Española de Filosofía del Deporte
José Luis Pérez Triviño
La película 'Campeones' pone en evidencia algunos aspectos menos brillantes del deporte moderno al centrar su atención en un ámbito poco conocido por la sociedad y por los medios de comunicación y al que tampoco las autoridades públicas parecen prestarle todo el apoyo que necesita. Me refiero al deporte practicado por individuos que padecen algún tipo de discapacidad mental. Es evidente que estos deportistas no obtendrán medallas, no venderán millones de camisetas, no alcanzarán las proezas que están reservadas a los deportistas de élite, ni aparecerán en las portadas de los medios de comunicación deportivos.
Sin embargo, es entre este grupo de practicantes donde el deporte alcanza su pleno sentido como práctica que merece ser apoyada y fomentada en todas sus aristas. En efecto, si el deporte debe preocupar a los poderes públicos es porque promueve la salud, es un medio de inclusión de los colectivos menos favorecidos socialmente e incentiva el desarrollo de actitudes y comportamientos positivos (compañerismo, solidaridad, trabajo en grupo, sacrificio...). Todo esto se refleja en la película respecto del deporte practicado por los deportistas 'discapacitados', en contraste con las manifestaciones deportivas más mediáticas y populares, en las que sobresalen valores negativos: excesiva competitividad, violencia, agresividad, individualismo exagerado y desaforada comercialización.
La denuncia del abandono del deporte de discapacitados es un síntoma más de la hipertrofia que padece el deporte moderno, caracterizado por el desarrollo anómalo de algunas de sus manifestaciones en detrimento de otras. Así por ejemplo puede señalarse la discriminación que han padecido históricamente las mujeres respecto de los hombres, el cada vez mayor peso de la tecnología o el cada vez mayor peso de los aspectos económicos que tiende a arrinconar los principios puramente deportivos.
Pero quizá lo que sea más sangrante en esta hemorragia de valores deportivos originarios sea la desorientación creciente acerca de las motivaciones que deberían llevar a la práctica deportiva. Muchos niños -y muchos padres- se acercan al deporte no por el afán de disfrute o de mejora personal sino guiados por el deseo de conseguir los bienes colaterales que adquieren los héroes deportivos actuales: dinero, fama, popularidad. Y esto también lo muestra inteligentemente la película cuando los jugadores discapacitados desautorizan al entrenador -proveniente de un equipo profesional y para quien "competir es ganar"-, disfrutando con el subcampeonato y compartiendo la alegría de competir con los campeones. Ser subcampeón no es ningún estigma, ni tampoco algo de lo que avergonzarse. Al fin y al cabo, como se pregunta uno de los protagonistas al final de la película: "¿Qué es mejor un marino o submarino?".
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