Problema urbano
La movilidad y el caos
El conflicto de Ciutat Vella no proviene tanto de los vehículos como de la propia calle y de la impunidad con que todo el mundo va por donde le da la gana
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
No hace falta viajar a las colonias exteriores que describía 'Blade runner': en Barcelona, ahora, yo también he visto cosas que vuestros ojos humanos no creerían. He visto a un grupo de 20 turistas nórdicos, en bicicleta naranja, circulando juntos por las estrecheces del Barri Gòtic. He visto a tres 'segways' —o como se llamen— haciendo carreras contra un patinete eléctrico en el carril bici del paseo de Sant Joan. He visto a un conductor del 'Trixi' —o como se llame— adelantando a un motorista de reparto de Glovo, en plena calle de Montcada, para impresionar a las dos turistas que llevaba de paquete. He visto a los camiones de reparto, en Santa Caterina, bloqueando las calles como si no hubiera futuro.
Todas estas imágenes apocalípticas desfilaron por mi mente el otro día, al leer que el Ayuntamiento de Barcelona va concretando el Pla de Mobilitat Urbana (PMU) para Ciutat Vella. La prioridad, cuentan, es erradicar el exceso de coches del barrio y ganar espacios para los peatones, es decir, para los vecinos y los turistas. Bien. Las cifras del tráfico así lo aconsejan. La discriminación de vehículos, en función de si son usuarios del barrio o vecinos residentes, seguro que ayudará a aligerar ese embrollo napolitano que son las calles.
De todas formas, el conflicto no proviene tanto de los vehículos como de la propia calle y de la impunidad con que todo el mundo va por donde le da la gana. Contra dirección, por encima de las aceras, sin controlar la velocidad, y a menudo ante los ojos tolerantes de la Guardia Urbana, o de los Mossos, que no siempre deciden poner orden y autoridad a ese caos. En la presentación del Pla de Mobilitat, la regidora Gala Pin dejó una idea interesante: por su naturaleza, hace años que Ciutat Vella es ya una “'superilla'” de facto. Quizá sí, con un poco de imaginación. A mi me parece más bien una “anti-illa”, un galimatías comparable al que 'Blade Runner' imaginaba para las calles del futuro. Con sol y calor en lugar de la lluvia constante. Ah, por cierto, la película se situaba en el año 2019. Cuatro días.
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