Análisis

Sánchez quiere desbloquear

El presidente del Gobierno espera que Torra se mueva y vaya cerrando la vía unilateral, luego se podrá negociar

Pedro Sánchez, después de ganar la mocion de censura, el pasado 1 de junio en el Congreso.

Pedro Sánchez, después de ganar la mocion de censura, el pasado 1 de junio en el Congreso. / periodico

Joan Tapia

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En 15 días el mapa ha cambiado radicalmente. Cuando el 23 de mayo, el Congreso aprobó los Presupuestos la situación era de aparente estabilidad (parecía que Rajoy agotaría la legislatura), pero muy complicada de fondo. Rajoy aguantaba (su mérito), pero el bloqueo catalán seguía siendo un conflicto insoluble. Puigdemont, desde su victoria electoral del 21-D, levantaba la bandera de la insurrección desacomplejada y Rajoy hacía frente con el Estado de derecho y el 155. Hasta Torra prescindió de los 'consellers' presos. Pero en la opinión española -y en la catalana- el antiseparatismo se iba polarizando en Albert Rivera que, entronizado por Marta Sánchez, se convertía en 'el príncipe de la neoderecha'. ¿Pedro Sánchez? Arrinconado, solo podía templar a Rajoy en la defensa de la legalidad. ¿Adónde llevaba esta dinámica?

Pero la sentencia de la Gürtel evidenció que para los españoles la corrupción es el principal problema tras el paro, muy por encima de Catalunya (39,6% contra 7,2% según el CIS). Sánchez presentó de inmediato la moción de censura -el líder de la oposición tenía difícil no hacerlo- y la ganó porque hubo una mayoría parlamentaria contraria a Rajoy de 180 diputados. No obstante, Sánchez, con solo 85 diputados, va a tener difícil gobernar. Pablo Iglesias ya le vaticina un calvario si no le hace caso. Pero Sánchez ha tenido un subidón al pisar la Moncloa y formar un Gobierno de 'escuela Macron' con mayoría de mujeres (competentes), europeísta, modernizador y con cierta transversalidad (Grande-Marlaska, un juez conservador en el delicado Ministerio de Interior, el de Fernández Díaz y Zoido). La estabilidad es menor (el PP tiene 136 diputados), pero la situación está menos bloqueada, más abierta.

La pelota ha pasado del trio Puigdemont-Rajoy-Rivera a las manos de Pedro Sánchez, vigilado por el PP, Cs y Podemos. Y en el independentismo Puigdemont ha perdido gas frente al grupo parlamentario del PDECat en Madrid y ERC. La oferta de Sánchez al independentismo, como dijo la nueva ministra portavoz, Isabel Celaá, es la Constitución con una mano y el diálogo con la otra. Diálogo -y si funciona negociación- sin salir del marco constitucional y sin que Elsa Artadi insista en lo de la unilateralidad, debió ser también el mensaje que Miquel Iceta hizo llegar a Torra el viernes por la mañana. 

La conversación no fue mal. Iceta quiere pacto y Torra es ahora president y el peso del cargo no tiene nada que ver con el de cuando era comisionado del tricentenario o presidente de Òmnium.  Sea como sea, Sánchez le llamó por la tarde y acordaron verse muy pronto. Hay prisa porque si continúa la escalada de declaraciones maximalistas, Sánchez tendrá más difícil el mínimo gesto y Torra quedará solo ante el precipicio. El propio Puigdemont inflexionó su actitud ante Sánchez el viernes en la entrevista con Jordi Basté. Eso sí, lo compensó calificando a Borrell de ultra. ¿Qué son entonces los catalanes que votan Cs que son más que los que lo hacen a JxCat?