Ante el Primero de mayo

Qué son los sindicatos a principio del siglo XXI

Las organizaciones de los trabajadores no son ya la encarnación de la justicia social, pero sí un poder compensador en las economías de mercado

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Joan Tapia

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Recuerdo que en 1965, cuando el SPD todavía no había gobernado Alemania, Hans Matthofer, diputado (luego ministro) y dirigente del poderoso IG.Metall, me comentó que su sindicato se ocupaba mucho de los trabajadores españoles. Por convicción… y por interés. Sonriendo añadió: el 1 de mayo los necesitamos, los alemanes vienen mucho menos. Desde entonces -pese a que el siglo XIX ya es historia- los sindicatos han tenido un papel destacado en las democracias. Entonces (1965) aquí todavía se trabajaba el sábado por la mañana.  

Ahora todo ha cambiado mucho. Hay menos trabajadores en fábricas, la globalización se ha llevado muchas a China e India (sacando a esos países de la miseria) y la negociación colectiva lo nota. A veces los sindicatos se han centrado en el sector público, donde el patrono es el Estado, o sea los contribuyentes. Hay pues intereses legítimos contrapuestos. Lo vemos en la huelga de la SCNF (la Renfe francesa) que quiere mantener ventajas lógicas en otro tiempo -por la dureza del trabajo- como la jubilación a los 52 años.

Asegurar empleos

Hay demagogia sindical, claro, pero también economicista cuando se asegura que los sindicatos se oponen al progreso y solo defienden intereses corporativos. No es así. En Cataluña hemos visto que UGT (SEAT) y CC.OO (Nissan) han firmado pactos que reducían conquistas anteriores a cambio de asegurar empleos ayudando a la competitividad de nuestras fábricas de automóviles frente a las de otros países. No se debe santificar a los sindicatos, pero tampoco condenarlos porque muchas veces son los que mejor defienden los intereses de los trabajadores.

En el 2018 la realidad es compleja. Cuesta entender que las cúpulas sindicales condenen por principio cosas que en casos emblemáticos han negociado (acuerdos de SEAT o Nissan). O que hoy exijan como condición 0sine qua non'” subidas salariales superiores al 1,59% que es la media de los firmados (por ellos mismos) en el primer trimestre.

Poder de veto y politización

Un aspecto polémico es que los sindicatos a veces quieran bloquear a las instituciones representativas. ¿Hasta qué punto es democrático que condicionen la actividad legislativa con huelgas generales? Los sindicatos no deben tener poder de veto, pero gobernar ignorándolos por principio -peor aún si es por prepotencia- puede ser un mal negocio. Además de injusto.

Luego está la politización. Los sindicatos se movilizaron contra la guerra de Irak (sin afectar la vida laboral) con amplia aprobación. Ahora en Madrid domina la censura por el apoyo de las centrales catalanas a una manifestación contra la prisión incondicional sin fianza de políticos secesionistas, olvidando que también se pedía la formación rápida de un gobierno, algo que exigen PP, Cs y PSOE. Y hay que considerar que los secesionistas son un 47%, pero que los que creen injusto el trato dado a Junqueras (y otros) el trato dado a Junqueras (y otros) llegan al 83,2% según la última encuesta de EL PERIÓDICO. Quizás los sindicatos aciertan más que los 'puigdemontistas' que alargan el 155, o los que creen que la prisión es la solución.

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