Peccata minuta

Chalet, playa y cena

Los enemigos de los pobres no son los ricos; son los miserables

Iglesias y Montero someterán sus cargos a decisión de inscritos de Podemos

Iglesias y Montero someterán sus cargos a decisión de inscritos de Podemos / periodico

Joan Ollé

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Más allà de las nimiedades de la no publicación en el DOG del 'no Govern' y el 'sí' del PNV a Rajoy, Zaplana y Gürtel, otros grandes protagonistas del debate político de la semana han sido el chalet de Montero e Iglesias, la cena de Quim Torra y la aparición y posterior desaparición de unos lazos amarillos -muy parecidos al “infinito” de Iniesta- en una tranquila playa dominguera, hostias incluidas.

Me parece altamente estúpido que a Torra, admirador confeso de los criminales hermanos Badia, redactor de tuits abominables y conformador de gobiernos sin paridad (por delegación, supongo), se le atribuya como último eslabón de sus delitos que su esposa le haga la cena. Su sobrino, al que no tengo el gusto de conocer, contraprogramó un tuit: “Carola está de baja médica porque ha tenido cáncer y está encantada de la vida de cocinar en casa para su familia”. Solo faltaría.

El escándalo por el chalet de la pareja podemita en la sierra madrileña no creo que venga del precio, 600.000 del ala, sino por su imagen paradisíaca y sinuosidad de la piscina, que invita a pensar en bandejas de frutas exóticas, collares de flores, 'negronis' y masajes tailandeses. O tal vez en dachas de la 'nomenklatura' coreana, cubana o venezolana. Tengo un buen amigo, recién separado, que paga 800 cucas mensuales por 50 metros y un balcón con vistas a la nada en Ciutat Vella. Recuerdo que en la prehistoria se criticó duramente a Raimon por tenir un Seat 1500 y a Serrat por cantar a Miguel Hernández en traje de terciopelo. Habría que crucificar a Jaume Roures por tener tanto dinero, ¿no? Los enemigos de los pobres no son los ricos; son los miserables.

Que no toquen las narices

Si existe algún lugar en el mundo que unifica a pobres y ricos, todas y todos ataviados con un mínimo taparrabos es la playa. ¿Imaginan una playa nudista con algunos cuerpos luciendo un lacito anudado al pelo, al antebrazo o al  miembro viril y otros cuerpos intentando desvertir aún más al desnudo? Ahora que vamos entrando en el verano, pediría a los CDR y a los CALA (Comité de Arrancar Lazos Amarillos),  sinónimo de “playa”, que levanten tantos castillos de arena como les apetezca, que jueguen con las olas y contemple cada uno su horizonte, pero sin tocar las narices.

Me he declarado mil veces contrario al abuso de prisión preventiva a la que están aún sometidos algunos de nuestros políticos, y, poco amigo de los símbolos (“bandera”, “bando” y “bandada” provienen de la misma raiz gótica), podría llegar a colgarme una lima o incluso un pedazo de reja en la solapa, pero no el lacito, que, al mismo tiempo que reclama libertad, encarcela la opinión de más de la mitad de propietarios de chalets, señoras que hacen la cena y felices playeros y playeras de este país.