Manipulación informativa
Gambas, vino blanco y sectarismo del bueno
Las cenas de verano son confesionarios idóneos para liberar verdades en los que la corrección política se esfuma
Jordi Mercader
Periodista.
Jordi Mercader
Las cenas de verano son confesionarios idóneos para liberar verdades. La corrección política se esfuma ante unas gambas de Palamós y un blanco del Penedés y siempre se aprende algo. En una de estas agradables veladas, la conversación giró hacia el impúdico partidismo de algunos programas televisivos, en cuanto al desenfoque de la información y el desequilibrio en la oferta de opinión y en el análisis, y tanto en televisiones públicas como en privadas, especialmente cuando abordan nuestro tema preferido, el que nos empuja al desastre entre tuits divertidos y ocurrentes para retratar al adversario como mucho peor que nosotros.
La cuestión, obviamente, no se centró en si existía o no dicho sectarismo de forma y contenido, sino en si era aceptable combatir un determinado partidismo de unos determinados medios con otro exclusivismo ejercido desde otros medios. Y resultó que sí. Algunos de los comensales admitieron que la intolerancia que coincide con su posición no los incomoda lo más mínimo, de hecho ni tan siquiera aceptan calificarla como tal, porque, simplemente, en sus programas preferidos están defendiendo la verdad de los ataques sectarios de los adversarios, una actitud merecedora de elogio y libre de crítica, cómo si no iba a triunfar la razón ante tanta mentira.
Visto así, el sectarismo se parecería al colesterol, lo hay del bueno y del malo. El nuestro siempre es el adecuado. Al final, se restableció el imperio de la corrección política para acordar dos cosas: una, la manipulación informativa y la falta de respeto al pluralismo político es siempre condenable, y dos, no existen televisiones sectarias por excelencia, sino ventanas concretas en casi todas las antenas donde el partidismo se hace fuerte a partir de obtener esplendidas ratios de audiencia. La conclusión es catastrófica. El yo más sincero no necesita de gambas ni vino blanco para aplaudir al sectario preferido, aun sabiendo que es una transgresión del canon. Tanta sinceridad pinta el futuro de negro.
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