A pie de calle

La FP que necesitamos

Hay que recuperar el modelo perdido en el último medio siglo, eEntroncado con el pasado y adaptado a los nuevos tiempos

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Fabian Mohedano

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En el año 2011, la Escola Lliure El Sol aprobaba un plan de formación, en el que basaba el aprendizaje de activistas y dirigentes del asociacionismo cultural y educativo en tres etapas: acogida, crecimiento y éxito; emulando las tres etapas clásicas de aprendiz, compañero y maestro de los constructores de catedrales. Se pretendía que, por ejemplo, los jefes de un grupo 'scout' experimentados y en etapa de relieve acompañaran a los nuevos educadores en sus primeros pasos. Del mismo modo que en los gremios medievales los maestros controlaban el acceso al oficio, el aprendizaje, entre otros; la intención de El Sol era poner en valor el aprendizaje por competencias, a través de la acción y dando un papel relevante en el acompañamiento.

En un artículo en este diario, la doctora Sara Berbel invitaba a la reflexión estratégica sobre la FP que necesitamos y anima a modernizarla mostrando su enorme capacidad de innovación. Parece que se impone una visión estática, burocrática y administrativa por delante de la flexibilidad y el dinamismo que requiere hacer compatible el aprendizaje y el trabajo en el entorno actual. La consecuencia es que las empresas, los trabajadores y los jóvenes aprendices no son el centro del sistema. Por el contrario, las instituciones públicas asumen un rol excesivamente protagonista en la toma de decisiones y en la formulación de soluciones.

Mejorar la percepción ciudadana

Tanto los agentes sociales como personas apasionadas que llevan años trabajando en mejorar el sistema, coinciden en que no se trata de un debate presupuestario sino de la ausencia de objetivos estratégicos de la formación y la cualificación profesionales y la sensación es la de haber perdido mucho tiempo desde la aprobación de la Ley 5/2002, y especialmente -y de manera más dolorosa- los tres últimos años, desde la aprobación de la Ley 10/2015. A pesar de los esfuerzos de muchas personas, los resultados no han sido los deseados. Hay una reflexión profunda, un consenso amplio y una sólida perspectiva estratégica para abordar la integración de los tres subsistemas (inicial, ocupacional y continua) de la formación y la cualificación profesionales. Se requiere el concierto con los agentes sociales, los sectores estratégicos (TIC, biotecnología, energía,...) y los territorios ya que emergen consejos locales de formación profesional a los municipios y comarcas.

Hacen falta más programas que ayuden a mejorar la percepción ciudadana de la FP. Se hacen amplios reportajes de la selectividad cuando prácticamente nadie conoce el Catskills, el campeonato de Catalunya de FP donde los alumnos compiten en 33 oficios relacionados con el que estudian. También se desconoce que, en paralelo al circuito de Catalunya, hay unos potentes campeonatos de FP.

Por otra parte en los últimos años ha crecido el interés por la filosofía o la cocina gracias al poder de los medios de comunicación. También hay que trabajar para aumentar el interés de las chicas en los aprendizajes industriales, podría ser una vía para combatir la brecha salarial y las dificultades de búsqueda de talento, especialmente en oficios tradicionalmente ocupados por hombres. Hay que acabar con los estereotipos que discriminan a las mujeres y la formación profesional es una oportunidad de primer orden para hacerlo.

Valdría la pena observar la experiencia de éxito de la Escola El Sol y recuperar el modelo de FP perdido en el último medio siglo. Entroncado con el pasado y adaptado a los nuevos tiempos, el sistema de la FP debe contribuir en definitiva a mejorar la competitividad del tejido productivo y a través del incremento de los objetivos cuantitativos y cualitativos del empleo, mejorar el bienestar de la ciudadanía, la razón última de cualquier política pública. Esta es la FP que necesitamos.