Dos miradas

La ministra y el maricón

Que Dolores Delgado pida disculpas y si es en compañía de Grande-Marlaska, mejor. A un cargo público se le debe juzgar por sus políticas a favor de la igualdad, no por los cotilleos en una sobremesa privada

La ministra de Justicia del actual Ejecutivo, Dolores Delgado.

La ministra de Justicia del actual Ejecutivo, Dolores Delgado. / FERRAN NADEU

EMMA RIVEROLA

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¿A qué edad empezó el comisario Villarejo a acudir a sus citas con una grabadora? La cuestión empieza a inquietarme. ¿Y si a lo largo de mi vida he coincidido en algún momento con él y ni siquiera soy consciente? En principio no tendría de qué preocuparme, mis temas favoritos en las sobremesas, especialmente en las etílicas, son la performatividad del cuerpo ante el discurso esencialista de identidad. En mi juventud solía debatir sobre la legalidad en el estado capitalista, ¿debe el socialismo aceptarla y trabajar por su reforma o legitimar la acción revolucionaria? Y en la adolescencia, ¿quién no ha debatido la insoportable levedad del ser? Pero quizá hubo un día, no puedo jurarlo, que me dejara envilecer por el chismorreo o por el humor y me diera por contar un chiste de Rubianes, ya saben, aquellos terribles años 80 y 90.

Ya basta. Podemos detestar los comentarios de la ahora ministra Delgado vertidos hace nueve años en una sobremesa, como fueron patéticas las “mamelles grosses” de Lluis Salvadó, pero no podemos convertirnos en hipócritas inquisidores. Y menos cuando todo forma parte del chantaje de un turbio policía encarcelado por corrupción al Estado. Que Delgado pida disculpas y si es en compañía de Grande-Marlaska, mejor. A un cargo público se le debe juzgar por sus políticas a favor de la igualdad, no por los cotilleos en una sobremesa privada. Ninguno de nosotros pasaría la prueba del algodón. Ninguno.