Generosa minoría

¡Que vivan los empáticos!

Qué sorprendente resulta que existan personas capaces de sacar de un apuro a un desconocido sin importarles la pérdida de tiempo que ello supone

Espacio habilitado para motos y servicios sobre el asfalto de la calle de Balmes, en Barcelona.

Espacio habilitado para motos y servicios sobre el asfalto de la calle de Balmes, en Barcelona. / periodico

Carles Sans

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Mi propensión a distraerme ha hecho que pague un alto precio por mis despistes. Suelo moverme en moto, y al aparcarla me he dejado varias veces las llaves puestas. En algunas, he tenido suerte porque nadie se ha dado cuenta y las encuentro tal cual en la cerradura del contacto; pero en un par de ocasiones no he encontrado ni las llaves ni la moto. En una de ellas, incluso, acababa de llenar el depósito, así que el ladrón se llevó un lote 'full equip'.

Hace unos días volví a cometer el mismo error: esta vez no solo me dejé las llaves, sino que también abandoné la moto con el cofre abierto de par en par y el casco dentro. No me lo explico. El caso es que cuando regresé vi una nota en el asiento de la moto con dos números de teléfono y una indicación: “Llámame”. Llamé, y a los pocos minutos se presentaron dos ángeles encantadores con las llaves de mi moto. Me contaron que la habían visto abierta al pasar, que se detuvieron, cogieron las llaves, cerraron el cofre y escribieron la nota con sus teléfonos.

Qué sorprendente resulta que existan personas capaces de sacar de un apuro a un desconocido sin importarles la pérdida de tiempo que ello supone. En una sociedad en la que el egoísmo lo echa todo a perder, en la que las prisas y el 'yoísmo' nos han convertido en extraños sin empatía alguna, hay gente dispuesta a ayudar. Si tenemos en cuenta que el ser humano es egoísta por naturaleza desde su juventud, todavía son más dignos de admiración actos como el de esas dos personas que evitaron que perdiera mi tercera moto.

La gente altruista antepone los intereses de los demás a los suyos, y para llegar a eso hay que haber sido una persona sin carencias emocionales graves, porque nuestro egoísmo está relacionado con las carencias. Es difícil que alguien piense en cómo se sienten los demás si él se siente mal. Es probable que haya también una parte genética en el comportamiento, pero eso no ha de ser excusa para que no nos esforcemos para ser como esa minoría generosa que nos hace creer, todavía, en el ser humano.