Neymar nos volvió a dejar

Al Madrid siempre le salvan los árbitros y los érrores de los rivales. El Barça o el City tendrán que ajusticiarlo personalmente

Cristiano Ronaldo y Neymar se abrazan tras el duelo de ida de octavos de la Champions.

Cristiano Ronaldo y Neymar se abrazan tras el duelo de ida de octavos de la Champions. / periodico

Antonio Bigatá

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A muchos de nosotros el miércoles por la noche nos fue muy mal en el Bernabéu. Los del París no atornillaron al Madrid pese a pillarlo en una etapa de insuficiencias y encima, horror, con sus errores le dieron una buena dosis de oxígeno revitalizador. El equipo de Zidane no hizo ese supuesto gran partido que ahora tanto alaban los resultadistas de la corte de Florentino. El PSG fue mejor, pero afloraron las inconsistencias de ese proyecto catarí con más dinero que lógica deportiva. El resultado fue muy bueno para los blancos y muy malo para quienes deseábamos que cayesen ya en esta Champions que queremos que gane el tipo de fútbol que encarnan tanto el Barça como el Manchester City.

Enumero algunas de las cosas que pasaron. Una, superior calidad aunque estéril de varios jugadores del equipo catarí. Dos, miedo del cagadito Unai Emery, demostrado al sustituir al ariete Cavani por el defensivo Meunier cuando el Real flojeaba por atrás. Tres, un árbitro italianísimo muy agradable para el palco negociante del estadio madrileño (que nunca olvida atar bien estas cosas). Cuatro, gran capacidad de lucha por parte de Marcelo, Modric Casemiro, la espina dorsal de las posibilidades del Madrid en esta Champions. Cinco, confirmación del declive de Cristiano Ronaldo como jugador de campo pese a sus dos goles (el del penalti discutible y el del rebote azaroso en su rodilla). Sexto, cumplimiento de la teoría de que el Paris SG el pasado verano nos hizo un favor para el largo plazo llevándose a Neymar, por mucho que nos doliese.

Sin limites a su autodestrucción

Es verdad que aquí, en Barcelona, Neymar no se comportaba como en París. Frenado por la autoridad moral de Messi, un poco también por la habilidad irregular de Luis Enrique y un mucho por el tono general que irradia el Barça, mantuvo en buena medida la compostura. Pero llegó a Francia como haciendo un favor y allí ha sacado a flote al choricete que lleva dentro sin que lograsen limitar su autodestrucción.

En París ha salido a relucir lo que es: un mejor profesional de trapicheos, aparatosidades y negocios que del fútbol. Entrena poco, sin esforzarse, y luego juega brillando por su espectacularidad ,aunque trabajando poco, ante los discretos conjuntos del campeonato galo. Se ha disociado emocionalmente de sus compañeros de alineación (que aprovechan su arrastre, sus goles y la atracción mediática mundial que él conlleva) y cada vez es más un tío bonito superhabilidoso pero incapaz de liderar tirando para arriba a su equipo. Ha frenado su capacidad de aprender para mejorar, ya no está a la sombra de Messi, es un rey al que le ríen las gracias, pero todo indica que no conseguirá llegar a lo que apuntaba. Su otro trasfondo es que ni vive ni se cuida como un buen deportista, le encantan las fiestas largas, las chicas con pinta de putas y los amigos que viven a su costa.

Los despropósitos de Emery

Los jefes del PSG no le mantienen a raya para no disgustarle y perderlo, por lo que flojea. En el Bernabeu se le vio únicamente media hora. El resto del tiempo sesteó intentando brillar sin potencia física ni auténtica puesta a punto. Pese a sus tres o cuatro jugadas desequilibrantes contribuyó -esa es la palabra- a la victoria del Madrid, lo que marca su ruptura final con el barcelonismo (salvo que en el partido de vuelta lo reconquiste). Le ayudó en los despropósitos Unai Emery. No supo colocar a Mbappé en una ubicación en la que participase mucho más en el juego, aunque este moreno francés por los retazos discontinuos que exhibió promete más futuro que su compañero brasileño. Unai también desperdició el talento de Draxler, al que solo alineó en los minutos de la basura siendo el hombre que el PSG necesitaba y echó a faltar en su déficit de consistencia organizadora en el centro del campo.

La flor del Madrid es que siempre acaban salvándole los errores de los que tiene delante y muchas parcialidades de quienes le arbitran. El Barça o el Manchester de Pep Guardiola tendrán ajusticiarlo personalmente para ponerle en el sitio secundario que merece este año. Cualquier otra cosa sería triste para nosotros y para el fútbol.